Mostrando entradas con la etiqueta religión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta religión. Mostrar todas las entradas

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Hacia una nueva primavera en la Iglesia Católica?


Seguramente es pronto para saberlo con precisión, porque se han pronunciado muchas palabras, pero se han acompañado todavía de pocos hechos. No obstante, lo que suceda en el interior de la Iglesia Católica nos interesa incluso a quienes militamos en el ateísmo materialista, porque con esa institución viajan millones de seres humanos, muchos de los cuales -sobre todo en países como España, de honda tradición católica- son imprescindibles para acometer un proyecto de transformación social.


Los sectores de la Teología de la Liberación, de las comunidades cristianas populares, han acogido con mucho interés, incluso con un tímido entusiasmo, los primeros gestos del papado de Francisco. Su reunión con Gustavo Gutiérrez ha servido para sacar del congelador las relaciones del Vaticano con los sacerdotes y obispos duramente perseguidos hasta ahora por su opción preferencial por los pobres y su compromiso político.



No hay más que ver la reacción del Cardenal Cipriani, del Opus Dei, para saber que ese encuentro no les ha llenado de satisfacción. Como tampoco la entrevista concedida por el Papa a La Civiltà Cattolica habrá sido plato de gusto para los movimientos neocatecumenales.

Afirmaciones insólitas en un Papa como "jamás he sido de derechas"; "no es posible una injerencia espiritual en la vida personal" (en relación a la homosexualidad); "no podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. (...) No es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar"; "los dicasterios romanos (...) corren peligro de convertirse en organismos de censura"; "en los lugares donde se toman las decisiones importantes es necesario el genio femenino"; "no hay que dar preferencia a los espacios de poder frente a los tiempos, a veces largos, de los procesos"; "si uno tiene respuestas a todas las preguntas, estamos ante una prueba de que Dios no está con él. Quiere decir que es un falso profeta que usa la religión en bien propio"; "no se puede hablar de la pobreza si no se la experimenta", etcétera, desde luego dejan descolocados a organismos tan ultramontanos como la Conferencia Episcopal española.

Hasta dónde llegue esta riada está por ver. Tal vez todo acabe en un arroyo seco o quizá pueda desencadenar un tsunami. Lo cierto es que hoy los sectores avanzados de la Iglesia Católica respiran más aliviados, quizá dejen de ser perseguidos internamente y ello les permita ir más a la ofensiva, recuperar espacios arrebatados y, en suma, ser determinantes en los proyectos de transformación social, tan necesarios en ese Sur del que surgió la Teología de la Liberación, como en este Norte, azotado por la peste del neoliberalismo.

Les deseo lo mejor a mis amigos católicos, a los que participan en las acciones de Stop Desahucios, a los que luchan por los derechos de los trabajadores, a los que militan en el movimiento sindical o quienes participan en las organizaciones políticas de izquierdas. Con ellos, hasta la muerte (y ni un paso más).

Os acompaño un texto revelador de un "apestado" por la Iglesia oficial como es Leonardo Boff.

«Como San Francisco, Bergoglio reconstruye la Iglesia»

Leonardo Boff

Entrevista con el ex-franciscano Leonardo Boff, una de las voces de la teología de la liberación latinoamericana, sobre el viaje brasileño de Papa Francisco

 

ANDREA TORNIELLI
RIO DE JANEIRO
«Tres semanas antes de la elección de Bergoglio escribí en Twitter: “el futuro Papa será Francisco, porque como hizo el Santo de Asís, sirve quien reconstruya a la Iglesia que ha perdido su credibilidad...”». Leonardo Boff ya no lleva el hábito; desde las diferencias con Roma que nacieron con sus posturas teológicas dejó la orden franciscana y se casó. Pero la barba, blanquísima, sigue siendo la misma de cuando era fraile. El teólogo de la liberación a quien Joseph Ratzinger no logró “suavizar” habla con “La Stampa” sobre el viaje brasileño del primer Papa latinoamericano de la historia.

¿Le sorprendió cómo recibió a Francisco la multitud de Río de Janeiro?

No, es un entusiasmo que se debe a su sencillez, a que vino sin un gran aparato de seguridad, a que recorrió las calles de la ciudad en un coche sencillo y con las ventanillas siempre abiertas, a que se dejaba alcanzar y tocar por la gente, a que se detenía a besar a los niños. Se ve que es un pastor, un obispo que está en medio de su pueblo. No es un monarca.

Francisco quiso comenzar su viaje con una visita al Santuario de Aparecida. ¿Por qué?

Porque aquí, en 2007, los obispos latinoamericanos publicaron un documento que vuelve a dar espacio a los pobres y afirma que ciertos métodos para evangelizar son viejos y deben ser cambiados. Se necesitan pastores que tengan el olor de las ovejas, más que el perfume de las flores de los altares.

Francisco demuestra que tiene una gran devoción mariana y una enorme atención por la piedad popular. No parecen aspectos tan cercanos a la sensibilidad progresista...

Por el contrario, lo son; son muy cercanos a la teología de la liberación. En Argentina esta se desarrolló particularmente como teología del pueblo, y la sacaba adelante el jesuita Juan Carlos Scannone, que fue maestro de Bergoglio. El Papa no está alejado de esta teología. No es una devoción popular “pietística”, sino una devoción que conserva la identidad del pueblo y se compromete por la justicia social.

El Papa, a menudo, habla de los pobres y en el hospital de Río volvió a decir que ir hacia los pobres significaba tocar «la carne de Cristo». ¿Qué significa?

El pobre es el verdadero representante de Cristo; en cierto sentido el pobre es el verdadero “Papa”, y Cristo sigue crucificado en el cuerpo de los condenados de la tierra. Cristo está crucificado en los crucificados de la historia.

¿Qué cambia en la Iglesia con la llegada de Papa Francisco?

Creo que cambiará mucho. Francisco no está reformando solo la Curia, está reformando el Papado. Insistir en que es obispo de Roma, haber dejado el palacio para vivir en la residencia de Santa Marta, significa ir hacia el mundo. El Papa explica que prefiere una Iglesia accidentada pero que salga a la calle, más que una Iglesia asfixiada y encerrada en el templo. Ahora se siente que la Iglesia es una hoguera de esperanza y no una fortaleza asediada, siempre en polémica con la modernidad o una aduana que vigila y regula la fe en lugar de facilitarla.
  
Hay algunos que dicen que está desacralizando el papado...

No, no lo está desacralizando, lo presenta en su verdadera dimensión evangélica. Es el sucesor de Pedro y Pedro era un simple pescador. Hay que combatir la “papolatría” que hemos visto en las últimas décadas. Los cardenales no son los príncipes de la Iglesia, sino siervos del pueblo de Dios. Los obispos deben participar en la vida de la gente. Y el Papa no se siente un monarca. Incluso frente a la presidenta de Brasil, dijo: «Vengo aquí como obispo de Roma», es decir como aquel que preside la Iglesia en la caridad y no en el derecho canónico.

¿Qué provocará en Brasil y en América Latina un Papa latinoamericano?

Creo que Francisco se da cuenta de que el poder debe escuchar a los pobres, debe escuchar a los jóvenes que protestan por las calles. Su insistencia sobre la justicia social puede ayudar a las democracias latinoamericanas y favorecer una mayor participación. La nuestra, en Brasil, es una democracia de baja intensidad: el Papa llama a los políticos a ser verdaderos siervos del pueblo.

¿Se ha arrepentido por haber dejado el hábito Franciscano?

No, porque dejé el hábito pero conservé el espíritu y me sigo sintiendo franciscano: trabajo por la salvaguardia de la creación y para que en esta nuestra tierra nos sintamos todos hermanos y hermanas.

viernes, 5 de abril de 2013

El rottweiler de Dios

La verdad no es un producto de la política, sino que la precede e ilumina
Joseph Aloisius Ratzinger

La cohabitación de dos Papas católicos, uno "emérito" y otro "ordinario", ha llenado muchas páginas de los medios de comunicación y puede ser un buen momento para analizar el legado de Benedicto XVI desde el punto de vista de la influencia política, en clave ultra conservadora, de la Iglesia oficial.


Las posiciones doctrinales de Joseph Ratzinger, desde su designación como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1981, no caben ser interpretadas solo como elucubraciones teológicas, sino que han tenido y tienen una gran trascendencia pública y política, especialmente en países de tradición católica como Italia, España o muchos países de América Latina.

Sus tesis principales al respecto son claras y meridianas. En el libro Verdad, valores, poder (1995), Ratzinger señala que "la política es justa y promueve la libertad cuando sirve a un sistema de verdades y derechos que la razón muestra al hombre". Para establecer un orden de convivencia que pueda ser calificado como razonable, "el Estado precisa un mínimo de verdad y de conocimiento del bien que no se puede someter a manipulación". ¿Dónde obtener esa fuente de verdad? Ratzinger nos lo aclara en "Fundamentos espirituales de Europa" (2004): "La dignidad humana previa a cualquier acción y decisión políticas nos remite al Creador: solo Él puede establecer valores que se fundan en la esencia del hombre y que son intangibles".

De este modo, el Estado, la política, la democracia, son instituciones o procedimientos "semi-autónomos", que pueden operar con libertad, siempre que no sobrepasen los límites externos derivados de las verdades emanadas de un nuevo Derecho natural, cuyo origen vuelve a estar exclusivamente en manos de Dios.

Estos planteamientos cristalizan en una Nota doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política (2002).

Tales orientaciones han dado alas a los sectores más conservadores de las iglesias locales, como la Conferencia Episcopal española, para exigir a los representantes políticos el seguimiento de esas verdades reveladas, cuyo depositario es la propia Iglesia, y han dado lugar a feroces campañas de movilización contra políticas públicas como el matrimonio de parejas homosexuales, la despenalización del aborto, la investigación con células madre, el llamado "divorcio express" o a favor de un estatus privilegiado para la escuela católica.

Pero no solo en el llamado Occidente han tenido incidencia los postulados ultraconservadores de Ratzinger y cía. Como bien ha señalado Marc Vandepitte (rebelion.org), uno de los objetivos del Papa Juan Pablo II, feroz anti marxista y anti comunista, fue la erosión, el desgaste y la práctica eliminación de la Teología de la Liberación. Y para ello se sirvió de nuevo de Ratzinger, a quien se motejó de "rottweiler de Dios", desencadenando una ofensiva pastoral y eclesial contra los teólogos de la liberación, los religiosos y las religiosas progresistas o los proyectos pastorales sospechosos.

Ya en 1984, Ratzinger redacta la Instrucción de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos aspectos de la "Teología de la liberación", en la que ataca frontalmente a los teólogos de la liberación, especialmente a los de América Latina. En esta carrera de desgaste de la iglesia popular del subcontinente americano se encuentra con un aliado de primer orden, la Administración de los Estados Unidos de Norteamérica, que ve amenazados sus intereses geoestratégicos por esos reiterados mensajes a favor de la justicia social. De aquí su apoyo la proliferación de las sectas evangélicas con contenidos de carácter escapista, que renuncian a trasladar mensajes que cuestionen el orden existente.

El futuro está por escribir, pero no cabe ser muy optimista al respecto del nombramiento de Bergoglio como Papa Francisco. Sí es cierto que en el orden interno puede haber consecuencias, como una contención de los movimientos carismáticos (Comunión y Liberación, neocatecumenales, Opus Dei, Legionarios de Cristo,...), a favor del clero regular y de las órdenes religiosas (al fin y al cabo el Papa es jesuita). Pero lo que no parece es que abra la puerta a una reconsideración del mensaje fundamentalista por el que la política democrática es una subordinada a los valores intangibles que propone la misma Iglesia, y mucho menos a un fortalecimiento de los movimientos del catolicismo popular, volcado del lado de los empobrecidos y  enfrentado a los privilegios de los poderosos.

El premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, ha señalado que Bergoglio no fue cómplice de la represión de los generales argentinos. Puede ser por activa. Pero lo que no es menos cierto es que no alzó su voz contra la dictadura ni señaló en público a los responsables de la violación de los derechos humanos. Y otros religiosos y religiosas sí que lo hicieron en su momento, y pagaron por ello hasta con su vida. Esa falta por omisión siempre pesará en su biografía y somete a su Pontificado a cuarentena.