viernes, 10 de agosto de 2012

Lawrence & Co

Nada mejor que un buen libro para poder soportar los tórridos sofocos del estío agosteño. Afortunadamente la novela Estrella del alba, reciente novedad editorial aparecida bajo la firma de Wu Ming 4, ha servido para trasladarnos a lejanos escenarios (Oriente Medio, Oxford) sin tener que padecer sacrificio alguno. El mundo entero desde nuestro sillón.


Wu Ming es el seudónimo de un grupo de escritores italianos que trabajan de forma colectiva desde comienzos de este siglo. Surgieron a partir de una matriz de propósito más amplio y universal conocida como Luther Blisset Project, cuya obra más conocida fue la novela Q, acerca de la guerra de los campesinos alemanes de comienzos del siglo XVI. "Wu ming" significa en chino "anónimo", lo que dice mucho respecto de las intenciones que animan al colectivo literario que analizamos. No obstante, y aunque pueda parecer contradictorio, los componentes de Wu Ming en ocasiones realizan trabajos individuales, como es este el caso, y entonces suman un ordinal al nombre común, significando que la responsabilidad sobre este trabajo corresponde a una sola persona.

Estrella del alba nos plantea un atractivo escenario literario: las relaciones de cuatro excelentes escritores británicos (T.E. Lawrence, R. Graves, J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis) anudadas en su retorno a Oxford tras su peripecia por los campos de batalla de la Gran Guerra. En la narración se suman elementos de verosimilitud (Graves fue amigo de Lawrence y escribió su biografía Lawrence y los árabes), junto con meras hipótesis de ficción literaria (los encuentros de Tolkien y Lewis con Lawrence).

La figura central de la obra es el conocido como Lawrence de Arabia, poliédrico personaje, militar del Imperio Británico hasta su muerte, pero consagrado a la tarea de crear un Estado propio para los árabes, dividos y sometidos hasta esa fecha por el Imperio Otomano. Su participación en una guerra de liberación nacional en un contexto de Guerra Mundial no está exenta de contradicciones, y la tarea inacabada, incluso la posibilidad de que su comportamiento se considere una traición a las promesas realizadas a los príncipes hachemitas, pesará como una losa sobre su estado de ánimo. La tortura y violación a manos turcas, así como la clandestina homosexualidad, lastrarán también su salud física y mental, acelerando su declive. Pero, entre tanto, Lawrence alumbrará una las obras cimeras en lengua inglesa de la primera mitad del siglo XX, su relato de la participación en la Rebelión Árabe titulada Los siete pilares de la sabiduría.

Fascinados o críticos frente al personaje principal, girará el resto del formidable elenco literario. Todos ellos arrastran también las heridas (físicas y morales) derivadas de su participación en la guerra: han visto caer a demasiados amigos y hermanos en las trincheras belgas y francesas como para salir indemnes. El exorcismo común será su dedicación en cuerpo y alma a la actividad literaria, aunque las trayectorias de Graves, por un lado, y Tolkien y Lewis, por otro, sean disímiles.

En todo caso, las obras que producirían en el futuro (Graves y Yo, Claudio; Tolkien y El Señor de los Anillos; o Lewis y Una pena en observación) les harán acreedores de la atención de los lectores de las siguientes décadas y nos inclinarán a escudriñar por una rendija aquel momento de encuentro oxoniense a comienzos de la década de los años veinte de la pasada centuria.

jueves, 9 de agosto de 2012

Las sombras de la fe cristiana

Gonzalo Puente Ojea, miembro de la carrera diplomática y ex Embajador de España ante la Santa Sede, es uno de los intelectuales más rigurosos y lúcidos en el análisis de las religiones como aparatos ideológicos y de poder. Su minuciosa aportación sobre el origen del cristianismo ha permitido distinguir los datos de la historia de las astutas operaciones dogmáticas que condujeron a la creación de una nova religio al servicio siempre de los más poderosos. Libros como El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia o el más reciente La existencia histórica de Jesús. Las fuentes cristianas y su contexto judío son de lectura imprescindible en un país como el nuestro todavía fuertemente impregnado de nacional-catolicismo.


Los escolares españoles y el público en general deberían conocer los resultados de las rigurosas investigaciones que aclaran la "invención paulina" de una religión cristiana edificada sobre la tergiversación de un personaje histórico, Jesús de Nazaret, desprovisto de su contexto. Pablo de Tarso y sus seguidores greco-latinos construyen un relato al servicio de sus intereses, basado en los ritos mistéricos helenísticos, totalmente alejados del Jesús de la historia, Mesías del pueblo judío.


De esta manera Jesús, profeta primero, Mesías después, y siempre figura revolucionaria contra el orden romano establecido en Palestina, se ve desprovisto de sus principales aristas, para evolucionar hacia la creación de un personaje sobrenatural, mitad hombre, mitad dios, que ya no exige la instauración del Reino de Dios sobre la tierra, sino que advertirá que su reino ya no es de este mundo. Así se configura una nueva religión que no solo no cuestiona el orden establecido, sea el Imperio de Roma, el carolingio, o la España de Franco, sino que se aliará de forma inextricable con él. A los humillados y excluidos les toca la ciega obediencia a los poderes políticos y religiosos, y su consuelo ante tanta resignación será alcanzar tras su muerte una vida eterna en otro mundo espiritual.

La flagrante adulteración de los hechos históricos al servicio de los intereses de los poderosos ha intentado ser ocultada del debate intelectural, primero, durante muchos siglos, por la coerción de los aparatos políticos-religiosos (Santo Oficio, hogueras calvinistas), y hoy, por el silenciamiento de los grandes grupos de comunicación, controlados en muchos casos por los sectores más reaccionarios. Pero afortunadamente en estos momentos podemos encontrar publicaciones tan desveladoras como las aquí comentadas, cuyo conocimiento serviría para despejar las sombras de una fe arcaica bajo la potente luz de la razón y la historia.

Llama la atención que un personaje de la talla de Puente Ojea no tenga un mayor reconocimiento público. Pero qué esperar de un país que ha conocido el nombramiento de dos Embajadores ante la Santa Sede, por parte de un Gobierno del mismo partido, el PSOE, de perfiles tan disímiles como los de Gonzalo Puente Ojea (1985-1987) y Francisco Vázquez (2006-2011). Este último, típico ejemplo de Alcalde de ordeno y mando, nacionalcatólico y autoritario, parecería casar mal con un partido que todavía se dice de izquierdas, pero con sus hechos desmiente cualquier proclama. Sin embargo, Puente Ojea, nombrado Subsecretario por aquel Ministro de Exteriores, Fernando Morán, pronto defenestrado por su propio partido, sí que ha constituido un ejemplo de coherencia intelectual y compromiso personal dignos de cualquier causa avanzada. Hoy nuestro mejor homenaje es la lectura y difusión de su abundante producción ensayística.

viernes, 3 de agosto de 2012

Gordimer y la moral del compromiso

Mi mochila de lecturas de verano ha incluido este año una novela cuya escritura no podemos etiquetar de refrescante o de evasión: se trata de La historia de mi hijo, de Nadine Gordimer, escritora sudafricana galardonada con el premio Nobel de literatura. Había leído con anterioridad otra interesante obra suya, Nadie que me acompañe, pero sentía la necesidad de ampliar mi experiencia lectora profundizando en su literatura, y no me ha decepcionado.


La novela nos ofrece dos perspectivas para asomarnos a la vida de una familia negra (o mejor dicho, mulata, con las implicaciones que ello tendrá) en los años del apartheid: por un lado, la del narrador omnisciente que nos relata sus diversos avatares y, por otro, la del hijo varón, Will, quien retrata de manera especial la relación con su padre, Sonny, un destacado luchador del movimiento de liberación sudafricano.

Mi interés se concentra en las consecuencias que para la vida personal y el conflicto moral tiene la adopción de un compromiso político intenso en unas condiciones de lucha clandestina. La elección principal, rebelarse contra el sistema y ser expuesto a la represión y a la cárcel, tiene unas dramáticas consecuencias no sólo en quien asume el papel de vanguardia, sino también en todo su entorno familiar, que ve alteradas de manera radical sus expectativas de vida.

Los personajes no son de una pieza, poseen múltiples y poliédricas facetas: Sonny, el héroe de la causa, al mismo tiempo es infiel a su mujer y sostén en la lucha, Aila; ésta no se limita al papel de abnegada ama de casa y reposo del guerrero, y sufre una profunda transformación que le conducirá a adoptar sus propias decisiones con respecto a su participación en la lucha de liberación; Hanna, la amante blanca, es una auténtica compañera de viaje de Sonny, al tiempo que admira profundamente la entrega de Aila; la hija, Baby, oscila entre una inicial desorientación adolescente para acabar abrazando con todas sus consecuencias la lucha de sus padres...

Con todo, el personaje más interesante es el del hijo, Will, quien ha visto como su padre era una figura en ocasiones fugaz y borrosa (paso por la cárcel, exigencias de la clandestinidad), pero siempre admirable, hasta que conoce el secreto que oculta al resto de la familia (su relación extramarital) y ello le provoca un profundo desconcierto y decepción. Paulatinamente, la maduración personal y los duros acontecimientos propiciarán un nuevo acercamiento entre padre e hijo, a la luz de una mayor aceptación y comprensión muturas.

Al interés de la trama, el conflicto moral que supone para unas vidas concretas abrazar la bandera de una exigente causa, se une el estilo denso y profundo de la escritura de Gordimer, que no ofrece una lectura complaciente, nos exige mucho, pero a cambio sus páginas no nos dejarán nunca indiferentes.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Gramsci y la verdad política

 Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad
Antonio Gramsci

Un espíritu cultivado no dejaría de sorprenderse por el escaso eco suscitado en nuestro país por la reciente conmemoración del centenario del nacimiento del pensador y activista político italiano Antonio Gramsci. Si el sardo fue en los años 70 y 80 de la pasada centuria uno de los más evocados en el lenguaje político de la izquierda, en particular la comunista, hoy parece navegar en el olvido.


Tan solo la incansable y rigurosa labor de intelectuales como Francisco Fernández Buey o Rafael Díaz Salazar, han mantenido viva la llama de su pensamiento hasta nuestros días. Alguien podría plantearse que su eclipsamiento pueda deberse a la pérdida de vigencia de sus ideas, pero más bien debemos contemplarlo como un efecto más de la derrota ideológica, política y cultural, de la izquierda en las últimas décadas de hegemonía del neoliberalismo.

"Hegemonía", concepto básico para acercarnos a la obra compleja y dispersa de Gramsci (tengamos en cuenta que en buena medida fue escrita desde las cárceles del fascismo, en duras condiciones físicas y psicológicas). El que fuera Secretario General del Partido Comunista de Italia tiene siempre presente la cuestión de la revolución en el contexto de los países occidentales y desde la óptica de la derrota, para lo cual no servía la mera copia del original de la Revolución Rusa. A su parecer, la cuestión de teoría política más importante es la de la "guerra de posiciones", verdaderamente crucial porque "cuando se gana la 'guerra de posiciones' se decide definitivamente". Y para ganar la "guerra de posiciones" se precisa "una concentración inaudita de la hegemonía", siendo conscientes de que su triunfo exigirá "enormes sacrificios a importantes masas de la población".

En definitiva, el triunfo de la revolución en un país del capitalismo desarrollado no provendría, en principio, de una única acción de vanguardia (la "guerra de movimiento" solo serviría para conquistar "posiciones no decisivas"), sino que dependería de la articulación de una mayoría social capaz de resistir una guerra de asedio, para lo cual es imprescindible ganar la batalla ideológica y generar una nueva hegemonía.

Alguna lectura de todo ello podríamos extraer para la lucha de nuestros días contra el capitalismo globalizado: si no somos capaces de generar un nuevo "sentido común" favorable a la transformación social, las luchas inconexas no bastarán para dar a luz un mundo nuevo, y en todo ello tiene mucho que ver la lucha cultural cuyo escenario se sitúa hoy en buena medida en el ciberespacio. Internet seguro que entusiamaría a un Gramsci que entendió la importancia de los medios de comunicación de masas (de ahí su colaboración en L'Ordine Nuovo).

Y para los más jóvenes, para los más descreídos respecto de la política, un último mensaje gramsciano: "en la política de masas decir la verdad es una necesidad política". La verdad es revolucionaria.