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jueves, 8 de mayo de 2014

Corbatón presenta "Avalancha"

José Giménez Corbatón (Zaragoza, 1952) presenta hoy en la FNAC, Avalancha, su nueva novela. Le acompañarán en el acto Miguel Ángel Ortiz Albero y Chusé Aragüés, editor de Prames.


Giménez Corbatón es autor de los libros El fragor del agua (1993), Tampoco esta vez dirían nada (1997), La fábrica de huesos (1999), El hongo de Durero (2001), Licantropía. Itinerario de una novela (2008) o Voces al alba (2011). Ha colaborado con el fotógrafo Pedro Pérez Esteban en varias ocasiones en los libros Cambriles, Masada Signos, Un viaje por la sierra de Gúdar o Morir al raso.

Entre la ficción y la realidad, viajamos hablando de literatura, de la buena literatura, la de los escritores que la sedimentan, la amparan, la construyen, le dan vuelo, y nos la devuelven en literatura novelada, carne de relato y por eso viva.

En palabras de Charo Usieto, "Avalancha es un juego de espejos construido con minucia. Fiel a su costumbre, el autor señala, al inicio, su intención, y luego nos deja solos frente a ese diálogo inagotable entre dos compañeros, antagonistas eternos y hermanos semejantes, alma y cuerpo, personaje ficticio y autor ficcionado, conciencia y actitud. Giménez Corbatón y Paulino Margeli quieren decirnos, tal vez, que la literatura es algo inseparable de la vida real, que somos seres soñados, proyecciones de nuestra imaginación, entes insondables y controvertidos, difíciles de asir. Como esa Laura que, en la estela de la musa de Petrarca, acaso nunca existió, y muere para renacer a una vida libre y misteriosa”.

martes, 8 de abril de 2014

Centenario de Howard Fast

¡Yo soy Espartaco...!

Howard Melvin Fast seguramente pasará como un desconocido para la gran mayoría de lectores de nuestros días, con excepción de los más avisados. Sin embargo, si decimos que es el autor de la novela histórica Espartaco, en la que se basó la homónima película producida por Kirk Douglas, la cosa cambia. Próxima la conmemoración del centenario de su nacimimiento, parece oportuno recordar a este notable escritor y digno combatiente por las libertades.


Hijo de inmigrantes judíos, escritor autodidacto, su mayor "delito" fue comprometerse política y socialmente. Su pertenencia al Partido Comunista de los Estados Unidos le significó la persecución en los años de plomo del macartismo. Concretamente su participación en una campaña de recaudación de fondos a favor de los republicanos españoles refugiados en Francia le supuso una pena de prisión de tres meses por desacato al Congreso norteamericano.

Estando en la cárcel comenzó a pergeñar su novela sobre el líder de la última de las Guerras Serviles, el esclavo tracio Espartaco. La historia puede ser considerada una metáfora sobre cualquier rebelión de los de abajo contra las graves injusticias sociales, un mensaje que obviamente contenía -y sigue conteniendo- un germen de subversión.


Eso le llevó a no encontrar editor para publicar su libro y tener que fundar una editorial propia, Blue Heron Press, a fin de que sus historias viesen la luz. Sorprendentemente, a pesar de su inclusión en la lista negra, la obra fue un éxito que vendió miles de ejemplares y su fama fue mundial a raíz de la realización de la película dirigida por Stanley Kubrik, con guión de otro perseguido político como fue Dalton Trumbo.


Tal vez Howard Fast no fuese el mejor escritor de su generación, aunque sí un digno representante de la misma; pero su coraje cívico y político, y su capacidad para crear personajes que transmitan fuerza y dramatismo en la lucha por un mundo mejor, merecen rescatar su figura de cualquier olvido.

PD. Por cierto que la historia de Espartaco no solo fue recreada desde la palabra o la imagen, sino que también tuvo un importante protagonismo en el ballet que, con música de Aram Khachaturian, vio la luz en la URSS de 1956.


miércoles, 26 de marzo de 2014

Obituario de Armando López Salinas

Es la hora de la despedida de un escritor comprometido, de un comunista a carta cabal. Nos ha dicho adiós Armando López Salinas, el mítico autor de La mina, ejemplo de la novela social en España, esa que tan mala fama cultivó por parte de la "gauche caviar", hegemónica en muchos medios de comunicación y de reproducción ideológica. Sirvan como despedida las palabras de David Becerra Mayor, quien se ocupó de preparar la reciente reedición de su obra maestra para la editorial Akal.


Ha muerto Armando López Salinas

Ha muerto Armando López Salinas. Y con su muerte de pronto nos sentimos huérfanos. Acabamos de perder un referente político, pero también -y sobre todo- literario. Sus lectores y camaradas lamentamos su ausencia, tan inoportuna, ahora, precisamente ahora, que estamos tan necesitados de referentes... Aunque Armando trató siempre de ver la realidad con los ojos claros, eliminando las mediaciones que, como musarañas, nos enturbian lo real, hoy sabrá disculpar nuestra vista obnubilada, inundada por las lágrimas que, por fortaleza, esa misma fortaleza que él ha mostrado también en sus últimos días, tratamos de reprimir, aunque luchan por asomar por nuestros ojos cansados. Es preciso que no resbalen hasta caer en el teclado: hay que evitar los sentimentalismos, porque para hablar de Armando hay que recuperar, como él nos enseñó, la lucidez y el raciocinio.

Pero es inevitable. Cómo no llorar su muerte. Sus lectores y camaradas lo lloramos. Nos duele perder a uno de los nuestros. Otros, sin embargo, se sorprenderán ante la noticia, tal vez porque tras largos años de olvido y de silencio ya le daban por muerto. 


Porque Armando López Salinas ya había conocido la muerte. La muerte literaria. Su obra fue desplazada de canon, y su autor condenado al ostracismo por una crítica literaria que despotricó contra su obra, contra su presunto mal estilo. Los casi treinta años sin reeditarse La mina, su obra más significativa, y su total desaparición de los manuales de literatura contemporánea son una evidente constatación. Justificado su destierro por medio de discursos aparentemente estéticos, que consideran que la técnica y el estilo de López Salinas hacían bien merecida su expulsión de canon literario, la crítica literaria en realidad escondía un prejuicio ideológico hacia la literatura política y social. Ya he escrito en otras ocasiones que la obra de Armando López Salinas -y concretamente La mina- ha sido olvidada y silenciada porque molesta. Y molesta porque La mina quiebra el relato de la Transición.

El relato de la Transición, que en estos días trata de relegitimarse a raíz de la muerte de Adolfo Suárez, se ha construido sobre el mito de que grandes hombres con grandes gestos trajeron a España la democracia. Frente al relato legitimador, la obra de Armando López Salinas nos recuerda que la democracia fue consecuencia de la lucha de miles de hombres y mujeres -como los que La mina describe- que dieron su vida por la libertad y la dignidad de un pueblo subyugado; la lucha colectiva fue poco a poco erosionando un franquismo que no tuvo más remedio que cambiar de apariencia, optar por una forma democrática, para sobrevivir. La democracia no ha sido una concesión, sino el resultado de años de resistencia y de lucha. Un cambio en la correlación de fuerzas. Los gérmenes de esa lucha están presentes en La mina de Armando López Salinas. 

De La mina de Armando López Salinas -y del realismo social en su conjunto- se dijo que su agotamiento -y su silencio posterior- respondía a que eran novelas incapaces de trascender el momento histórico para el que fueron escritas, que una vez despega la España del medio siglo hacia el desarrollismo económico, estas novelas pierden su razón de ser. Sin embargo La mina -y no tanto así las literaturas dominantes- ha demostrado que envejece muy bien. Porque muchos de los temas que la novela presentaba en 1959/60 -esos temas urgentes e incapaces de trascender su presente inmediato, que diría la crítica literaria- son, a día de hoy, más vigentes que nunca. Porque los problemas sociales sobre los que La mina situaba el foco de la denuncia no sólo han recuperado la vigencia y permanecen sin resolverse hoy, sino que se agudizan a medida que la crisis económica capitalista -española y global- se acrecienta. 

El problema del campo español, tan bien descrito por Armando López Salinas en La mina, pero también en sus libros de viajes, sigue siendo de rigurosa actualidad como demuestra «la marcha obrera» que en verano de 2012 emprendieron los trabajadores del campo andaluz, liderados por Juan Manuel Sánchez Gordillo, Diego Cañamero y el SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores). El problema del desempleo y la emigración no es tampoco una cuestión exótica de La mina, en un país con seis millones de parados, donde los jóvenes en situación de desempleo no tienen más horizonte laboral que el que le ofrece la emigración. Como también persisten los mismos conflictos en el sector de la minería, como así lo evidenció la «marcha negra» que tuvo lugar durante el verano de 2012, en que mineros procedentes de todos los puntos de la geografía española, cruzaron España a pie hasta confluir todos ellos el 10 de julio en Madrid. Por no hablar de las Marchas de la Dignidad que nos han permitido volver a recitar, este pasado sábado 22 de marzo, aquellos versos de Antonio Machado que decían: «Madrid, qué bien suena tu nombre, rompeolas de todas las Españas».

Armando López Salinas ha fallecido hoy, pero habían tratado de deshacerse de él mucho antes. No creo en el cielo, pero sí en la memoria. Por eso haremos todo lo que esté en nuestra mano para que volvamos a leerle. El mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leer sus obras. Es la única forma de que permanezca con vida después de la muerte. Con ese propósito transcribo los versos de Canto general de Pablo Neruda con los que se abre el tercer capítulo de La mina:

Yo no vengo a llorar aquí donde cayeron:
Vengo a vosotros, acudo a los que viven.
Acudo a ti y a mí y en tu pecho golpeo

Acudo a los que viven, les convoco en este ahora, para que no olviden. Para que no olviden quienes son los que lucharon. A Armando López Salinas y a sus personajes de La mina, a los que estuvieron en las cárceles y a los que murieron, a los que fueron torturados, a los que conocieron el exilio, a los que no pudieron irse. A los que sufrieron la derrota. Armando López Salinas representa lo mejor de nuestra memoria, se nos ha ido, pero yo lo noto: sé que está, que sigue con nosotros. Sumemos fuerzas para que no se nos vaya del todo. De nosotros depende. Y mientras escribo estas palabras, una oleada de calor se expande por mi pecho. La angustia se deshace igual que un pedazo de hielo puesto al sol. Pero siento una gran paz y una tranquila serenidad. Una serenidad que llega desde muy hondo, desde la esperanza.  

Armando López Salinas (1925-2014) ha sido uno de los más insignes representantes del realismo social español. Fue finalista del Premio Nadal en 1959 con La mina y recibió el Premio "Antonio Machado" en 1962, que concedía la editorial Ruedo Ibérico en París, con Año tras año, una novela que no se pudo publicar en España, durante la dictadura franquista, por "atentar contra el régimen y sus instituciones" y por ser "claramente filocomunsita", como así rezaba el informe de censura. Armado López Salinas fue asimismo autor de tres libros de viajes: Caminando por Las Hurdes (1960), escrito con Antonio Ferres; Por el río abajo, (1966), con Alfonso Grosso, y Viaje al país gallego (1967), con Javier Alfaya. También publicó el ensayo Alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura (1977) y recientemente se ha publicado su libro Crónica de un viaje y otros relatos, escrito en 1964 pero que no salió a la luz en el tiempo de escritura por ser denegada su publicación por la censura.

La mina, su obra más significativa, y asimismo una de las obras más relevantes del realismo social en España, ha sido reeditada, tras treinta años de silencio, en 2013 por la editorial Akal, en coordinación con la Sección de Estética y Literatura de la Fundación de Investigaciones Marxistas. 

Por David Becerra Mayor.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Recuerdos del porvenir

El mejor regalo para celebrar el solsticio de invierno sigue siendo un buen libro. Y para estas fechas la editorial "Nuevos Rumbos" nos propone un volumen colectivo de relatos bajo el intrigante título de Recuerdos del porvenir. Este oxímoron nos sitúa frente a una realidad de la que a veces no somos conscientes: lo que somos y lo que seremos está absolutamente condicionado por el recuerdo de lo que fuimos, y ese recuerdo -además- está falseado por el paso del tiempo.


Este volumen de relatos recoge las aportaciones de autores ya consagrados, como José María Conget, Óscar Sipán o Javier Aguirre, entre otros, junto con las voces frescas de nuevos creadores. Que el resultado del cóctel (mezclado, no agitado) sea satisfactorio obedece, en buena medida, a la mano del barman / editor, José María Pérez Collados, autor a su vez de una interesantísima novela, El tren de cristal, ya comentada en esta bitácora. Os acompaño una nota editorial.

RECUERDOS DEL PORVENIR

El recuerdo es el futuro. Porque no somos otra cosa. 

Creemos que recordamos, y no es cierto. Casi todo se pierde. Apenas unas pocas horas de nosotros sobreviven, y son las que terminan por darnos la poca vida que tenemos. 

Nuestros recuerdos. Esas ruinas de nosotros mismos. Las columnas quebradas que sostienen el aire de lo que fuimos, como el recuerdo de Grecia, el perfume de mi madre, o el olor a pan de la infancia.

Recuerdos del porvenir es un libro de cuentos, recuerdos de quince autores iluminados por otros tantos ilustradores.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Homenajes a María Teresa León

La gira de homenajes y mesas redondas dedicados a la figura de María Teresa León finaliza en Barcelona, ciudad mítica de la resistencia republicana frente al fascismo. Dos actos, uno en el Ateneu Barcelonès y otro en la Universidad Autónoma de Barcelona, dentro del Congreso Internacional sobre el Exilio Republicano, servirán de colofón para una gira marcada por el reencuentro de Aitana Alberti León con las gentes y los pueblos de España.

Sobre María Teresa León (1903-1988). Durante la guerra civil española  fue  miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y organizadora de las Guerrillas del Teatro. Al finalizar la contienda, se exilió con Rafael Alberti en París, Buenos Aires y Roma, de donde ambos regresaron a España en abril de 1977. Narradora excepcional,  fue  además  autora teatral, conferenciante, traductora, periodista cultural y guionista de radio, cine y televisión. Entre sus publicaciones destacan sus colecciones de cuentos Fábulas del tiempo amargoLas peregrinaciones de TeresaLa bella del mal amor. Cuentos castellanos; sus novelas Juego LimpioContra viento mareaMenesteos, marinero de abril. En 1999 su más importante obra, Memoria de la melancolía, pasó a formar parte de la muy prestigiosa colección "Clásicos Castalia". La memoria dispersa reúne textos  publicados principalmente durante la guerra civil y  ocho guiones teatrales inéditos.



Sobre Aitana Alberti.
Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1941, hija del gran poeta español Rafael Alberti y la escritora María Teresa León. Realizó estudios de Ciencias Antropológicas.
Ha sido una infatigable editora y estudiosa de la obra de los poetas de la generación española del 27, a quienes ha difundido también a través de la Televisión Española y la Televisión Cubana.
En la actualidad es presidenta en Cuba del Proyecto Cultural Sur, para el fomento de la Poesía y las Artes, que agrupa unas 30 ciudades de Europa y América. Poemas suyos han sido traducidos al alemán, polaco, ruso, rumano e italiano.
Inquilinos de la soledad
constituye un homenaje a todos los exiliados de la  guerra civil española y es una especie de testimonio familiar, donde se recrea una parte de la historia de España.
Mediante tres relatos de ficción, en los que se entrecruzan personajes reales e imaginarios, Aitana Alberti desarrolla la narración sobre la vida de los exiliados españoles desde 1936.


viernes, 18 de octubre de 2013

Huérfanos de Carvalho

Una década ya desde que Manolo Vázquez Montalbán falleciese en un aeropuerto de Bangkok, como si de un personaje más de sus novelas se tratase. El tiempo transcurrido no puede borrar el recuerdo de su escritura, sea en el formato de serie negra con Pepe Carvalho como conductor, o en el de otras poderosas novelas como Galíndez o Autobiografía del General Franco.


En estos días se presenta la biografía escrita por su hijo, Daniel Vázquez Sallés, y editada por Península. Será sin duda la ocasión de profundizar en su polifacética figura: novelista, cuentista, ensayista, poeta, periodista, gatrónomo... y militante comunista. Del PSUC, para más señas. Esperemos disfrutar con la lectura de estos Recuerdos sin retorno. Para Manuel Vázquez Montalbán. La memoria de Manolo se lo merece.

«Se puede liquidar a un padre con nocturnidad y alevosía, pero si buscaban que hiciera el sano ejercicio de matarte una vez muerto, se equivocaban. No voy a ajusticiarte. Es más, el traje de asesino me queda grande, y matar a un padre suele ser fruto de una autocompasión que trato de evitar en la medida que puedo. Existen tantos francotiradores dispuestos a dispararte apostados al otro lado del río Aqueronte, que yo prefiero hacer de barquero y alejarte de la impaciencia de los ocultos.»
Daniel Vázquez Sallés
 
Un viaje por la vida de Manuel Vázquez Montalbán, relatado por su hijo, en el que su vida cotidiana se mezcla con los episodios más trascendentales de nuestra Historia, desde la Transición, el subcomandante Marcos, José María Aznar y el PSUC al mundo editorial y el periodístico.

Daniel Vázquez Sallés (Barcelona, 1966). Escritor y periodista especializado en crónica gastronómica y cinematográfica. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, compaginó su licenciatura con los estudios cinematográficos en la Universidad de Nueva York. Tras finalizar la carrera, estuvo vinculado al mundo del cine como auxiliar de dirección y producción hasta montar la productora Cuarteto, con la que realizó tres cortometrajes y de la que ya está desvinculado tras el éxito cosechado. Desde hace unos años se dedica por entero a la novela y a las colaboraciones periodísticas como free lance en los diarios El País, La Vanguardia Cultura/s, El Periódico y El Mundo, tarea que combina con la publicación de artículos y reportajes en las revistas Fotogramas, Clío, Qué leer y Descobrir Cuina. Por una larga crónica dedicada al restaurante El Bulli, recibió en 2004 el Premio Juan Mari Arzak. Su primera novela fue Flores negras para Michael Roddick (2003), un thriller de espionaje traducido a varias lenguas y que ha sido adaptado recientemente al cine por la productora Ovideo. Más tarde publicó un ensayo titulado Comer con los ojos (2006). Con La fiesta ha terminado (2009), por la que recibió buenas críticas por parte de la prensa especializada, se desmarcó de su obra anterior. El intruso (2013), una sátira sobre el mundo del fútbol, es su novela más reciente.

martes, 15 de octubre de 2013

Isaac Rosa visita Cálamo

Ante la inminente visita de Isaac Rosa a la Librería Cálamo, de Zaragoza, os acompaño una entrevista suya publicada en el blog La Otra Mirada de Cálamo

 

«Lo fundamental era alcanzar una escritura que hiciese sentir a oscuras al lector». Entrevista a Isaac Rosa, autor de La habitación oscura

 Isaac Rosa (Sevilla, 1974) es un narrador que construye con su prosa obras que van más allá de lo puramente estético, lo puramente narrativo. Hay detrás una reflexión y una invitación a la reflexión. Quien haya leído El vano ayer (Seix Barral, 2004) o su última novela, La habitación oscura, sabrá de qué hablamos. Si en la primera el autor experimentaba con la ficción histórica, en La habitación oscura los hechos se entrecruzan con la realidad más radicalmente actual –crisis, explosión tecnológica, alienación– y vuelven del todo imposible para el lector salir de la novela ileso. Como anticipo de su visita el próximo jueves 17 de Octubre en Cálamo, conversamos con Isaac Rosa sobre su último libro.
 
Isaac Rosa. 
 
Comencemos por los aspectos estéticos de La habitación oscura.  Una de las cosas que suelen decirse de El corazón de las tinieblas, de Conrad, es que su traducción es difícil porque el inglés tiene muchas más palabras para matizar los distintos tipos de iluminación y oscuridad, y Conrad prácticamente agota el idioma en ese sentido. ¿Fue un desafío para ti escribir esta novela donde la mayor parte de la acción –descrita siempre con enorme precisión–  tiene lugar a oscuras?
 
Isaac Rosa: Sí, fue un desafío, y todavía me parece milagroso que haya conseguido salir vivo de la habitación oscura. Lo fácil era perderse en ella, enredarse en la potencia literaria de la oscuridad, y yo mismo tropecé varias veces mientras escribía, deambulé a ciegas por ella y tardé en encontrar la voz desde donde contarla y el ritmo que buscaba. Lo fundamental era alcanzar una escritura que hiciese sentir a oscuras al lector, ya que éste entra en la habitación desde la primera página, y no sale hasta la última. La mayor parte de las decisiones formales en la novela apuntaban en la misma dirección: reproducir un discurso “a oscuras”, trasladar a la página el tipo de pensamiento que uno tiene cuando pasa mucho tiempo a oscuras y en silencio: un pensamiento embarullado, irresistible, desbocado, confuso, a veces acelerado, otras muy lento hasta congelar el tiempo, que no respeta cronologías, que avanza y retrocede. Y lleno de imágenes, porque por paradójico que parezca, la oscuridad está siempre llena de imágenes, que incluso se ven con más claridad que cuando la luz nos deslumbra. Es cierto que el lenguaje era otro desafío: evitar la repetición de palabras pero sobre todo de figuras literarias, prolongar la sensación de oscuridad durante decenas de páginas sin ser redundante.
 
La habitación oscura que da título a la novela es un refugio de escape de la realidad para algunos personajes, y un punto de partida, de toma de consciencia y de lucha para otros. ¿Crees que en el acto de escribir, de hacer literatura, se presentan estas dos opciones: escapar o criticar? ¿Hay por tu parte, en el momento de crear La habitación oscura, algún tipo de decisión consciente en este sentido?
 
I.R.: La habitación de esta novela, que es en primer lugar un espacio físico, es también un lugar simbólico, y con fuerte carga metafórica. Representa un refugio, pero no solo eso: su oscuridad es una forma de no ver ni ser visto en un mundo de hipervisibilidad; y es además una posibilidad de salir del mundo entrando en ella, las categorías dentro-fuera se intercambian. Comparar la habitación oscura con la propia literatura no entraba en mis cálculos, pero reconozco que mi capacidad de elaborar metáforas se ha visto desbordada por esta habitación oscura, que no deja de sumar nuevas interpretaciones según entran los lectores. Dicho esto, comparto que existen esas dos opciones al escribir: escapar o criticar. Pero las fronteras entre ambas opciones no son claras ni impermeables.
 
La habitación oscura. Seix Barral, 2013.
 
Los personajes de la novela conforman un mosaico del que puede decirse con facilidad que “describe a una generación”. Sin embargo, el alcance de las historias y los quince años que abarca la novela amplían ese espectro. ¿Crees que sea posible que, como a Cortázar con Rayuela, hayas pensado en los problemas de una generación y hayas descrito también los de la siguiente? ¿La de los que ahora comienzan su vida laboral, su independencia?
 
I.R.: Lo de “novela generacional” siempre es algo conflictivo. Yo no tenía intención inicial de escribir algo así, y si lo hago no es con intención sociológica, sino personal, y esa clave generacional tiene una obvia explicación biográfica: desde el momento en que hablo de “mi crisis”, la forma en que percibo el tiempo que vivimos, lo hago desde una sensibilidad, un pasado y unas expectativas que son comunes a buena parte de quienes como yo nacieron en los setenta, quienes hoy llegamos a la edad adulta en medio de este derrumbe generalizado. Y sí, acabo llegando a un relato generacional, aunque no escrito para una generación determinada, sino desde ella. No sé si ese retrato es válido para quienes vienen después. Pienso que los nacidos en los ochenta, o no digamos ya los noventa, están en mejores condiciones que nosotros para enfrentar el presente, aunque a menudo nos parezca lo contrario. Ellos tienen (o deberían tener) menos miedo que nosotros, pues tienen menos que perder, no temen perder unos derechos, un bienestar y unas promesas que apenas han disfrutado o que ya habían desaparecido cuando ellos llegaron. Eso debería hacerlos más audaces que nosotros.
 
«Todavía me parece milagroso que haya conseguido salir vivo de la habitación oscura. Lo fácil era perderse en ella, enredarse en la potencia literaria de la oscuridad.»

Por último. Contra la idea de la oscuridad, del aislamiento total, ubicuas en la novela, se contrasta otra idea igualmente presente: la del panóptico, la de la observación total y constante de la intimidad a través de las nuevas tecnologías. ¿Hay un punto medio de comodidad, de conciliación, entre estos extremos? ¿Crees que es posible encontrar la convivencia de la intimidad y la explosión tecnológica?

 
I.R.: Esa es otra de las interpretaciones de la novela, lo comentaba antes: la oscuridad de la habitación frente a la hipervisibilidad en que vivimos, este tiempo en que somos observados y a la vez observadores sin descanso, siempre estamos viendo y siendo vistos. Como muchos, yo siento una creciente “fatiga de visibilidad”, me agota estar sometido a continuos estímulos visuales, tener que ver el mundo en tiempo real y a todas horas desde todas las pantallas. Y a la vez estar permanentemente a la vista, expuesto, desde la perversión del panóptico, donde tal como lo formuló Bentham, lo importante no es tanto que te vean, como que puedan hacerlo; no tanto que te observen, como que tú pienses que puedes ser observado. Es ya un lugar común remitirnos a Orwell y su 1984, pero así es: uno abre hoy su novela anticipatoria y se encuentra enseguida con la ‘telescreen’ que Orwell sitúa en todas las casas, que funciona a la vez como televisor y como cámara de videovigilancia permanente. No puedo dejar de pensar que tengo una perfecta ‘telescreen’ sobre mi mesa de trabajo, o ahora también en el bolsillo con los dispositivos móviles. No sé si es posible ya una convivencia entre intimidad y tecnología, la invasión de la segunda sobre la primera es apabullante, y como se dice en algún momento de la novela, la intimidad es ya un lujo, una forma de poder adquisitivo, al alcance de quienes pueden permitírselo. Por otro lado, tampoco parece importarnos demasiado, teniendo en cuenta las facilidades que nosotros mismos damos, y la normalidad con que aceptamos las revelaciones de Snowden sobre el espionaje generalizado, o la indiferencia que nos provoca algo de lo que hablo en mi novela: la extensión de las tecnologías de vigilancia al ámbito de las empresas, para controlar a los trabajadores.

 Isaac Rosa presentará La habitación oscura el próximo jueves 17 de Octubre en Librería Cálamo. ¡Continuamos ahí!

martes, 24 de septiembre de 2013

Chesús Yuste presentó su novela en la Fiesta del PCE

El popular Diputado (y mejor amigo) de La Izquierda de Aragón, Chesús Yuste, presentó su novela La mirada del bosque en la recientemente celebrada Fiesta del PCE, en San Fernando de Henares. Chesús pudo codearse en este escenario con otros destacados autores del momento como Isaac Rosa o Marta Sanz. Aquí tenéis la crónica para Mundo Obrero de Javier Álvarez.


Chesús Yuste forma parte de la Chunta Aragonesista y es diputado del grupo parlamentario Izquierda Plural. Dice Raúl Ariza, para presentarle, que nos representa bien. Es un político ocasional y muy trabajador, tanto que lo citan en los medios como el diputado más activo del Congreso durante esta legislatura. A finales de julio llevaba 2.075 iniciativas y 367 intervenciones. A Rajoy, hablando del caso Bárcenas, le dijo «de la mafia no esperamos la regeneración democrática» y le pidió que dimitiera para convocar elecciones porque después de mentir tanto no era digno de seguir ocupando el cargo de Presidente del Gobierno. Pero Chesús no ha venido a la Fiesta del PCE por esto, sino para presentar su primera novela, La mirada del bosque. De la novela explica Raúl Ariza que es de intriga policíaca, escrita con socarronería aragonesa, y con un profundo conocimiento de Irlanda, no en vano el autor mantiene uno de los blogs sobre Irlanda más importantes en lengua castellana.

Yuste cuenta que en el primer párrafo de su novela ya hay una muerta, la cartera del pueblo. En el segundo, con los vecinos haciendo apuestas sobre a quién detendrán primero, se crea el tono que va a tener. Explica que ha tratado de escribir una novela enigma pero con elementos distintos: sentido del humor, costumbrismo irlandés, erotismo y gastronomía. Una novela muy mediterránea porque los irlandeses son los mediterráneos del norte. Eligió contarla en clave de novela policiaca, pues es el género más entretenido para explicar una sociedad y mandar un mensaje. No olvida que la novela negra es novela social y que la escriben gentes de izquierda. Añade que
La mirada del bosque tiene varios niveles de lecturas. El primero es una sencilla novela policiaca. En los siguientes se pueden ir encontrando distintos guiños; unos cinematográficos; otros políticos hacia ese sistema único de bipartidismo entre nacionalistas en el que no se sabe qué partido está más a la derecha del otro y un tercero, éste no nacionalista, que les hace de bisagra; algunos aragoneses que ahora se han convertido en madrileños con la promesa de Eurovegas y ese tipo de proyectos que, en tiempo de crisis, se ponen para engañar a los incautos.

Está ambientada en la Irlanda de 1992 y transcurre en un municipio ficticio que le ha servido al autor para resumir esa esencia irlandesa que se niega a desaparecer ante la modernidad inglesa. Lo sitúa en la costa oeste, en uno de los tres condados del Ulster católico de la República de Irlanda donde se produce la escisión. Ese territorio de la frontera, con su contrabando, en el que transcurre un conflicto armado y donde se está produciendo una guerra sucia, es un personaje más.


Hay en
La mirada del bosque un protagonismo coral, pues son seis los personajes que han decidido ayudar al sargento de la policía a resolver el crimen y ninguno de ellos acapara más protagonismo que los demás. Se trata de usar el esfuerzo colectivo, el que surge de personas deductivas que van intercambiando información que va desvelando todos los secretos del pueblo. Prima, por tanto, la capacidad de deducción de los investigadores. También hay un gran abanico de personajes secundarios. De esta forma construye Yuste una visión calidoscópica de Irlanda.

Confiesa el autor que le preocupaba lo que pudieran pensar los irlandeses de ese tipo de Zaragoza que se había puesto a escribir de Irlanda en una novela. Le han dicho que se han reído, les ha gustado y que se han visto identificados. Yuste dice que no hay en la novela una visión idealizada de Irlanda, que en ella no se oculta nada y que aparecen las luces y las sombras, por terribles que éstas sean. En 1992, el conflicto irlandés está vivo y comienza a aparecer la patita del proceso de paz. Algo a lo que Yuste quisiera darle continuidad en próximas novelas hasta llegar al 98.


El título de la novela, ese momento clave para todo autor, se lo puso hacia el final. Buscó proverbios irlandeses que le pudieran servir, pero no terminó valiéndole ninguno, así que se inventó un refrán para la novela y lo escribió en función del título que buscaba.


Para acabar, Yuste leyó unas cuantas páginas del libro que abrieron el apetito del público y le hizo ganar un cariñoso aplauso de despedida.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Marta Sanz visita la Librería Cálamo

Marta Sanz pertenece a una generación (que es la mía) a la que nos dieron cocinada la transición, generación que ha tenido grandes dificultades para que su compromiso político haya podido expresarse con una voz propia. La presencia de esta autora en Zaragoza puede ser una perfecta excusa para profundizar en su obra. Os acompaño una entrada del blog La Otra Mirada de Cálamo. 

 

Marta Sanz: «No me gusta la palabra reforma. Me suena al PP y a cosas peores» 

 
«Me llamo Catalina Hernández Griñán. Tengo doce años. Mi madre es de pueblo. No me gusta el pescado frito. Como pollo y migotes. Estoy flacucha. Saco muy buenas notas. Mi color preferido es el verde esmeralda. Mi chica más guapa del mundo es Amparo Muñoz.» Así empieza Daniela Astor y la caja negra, la novela de Marta Sanz que, contrapunteando la voz en primera persona y el falso documental, se plantea preguntas sobre los límites del pudor y sobre qué significa la liberación de las mujeres. Para celebrar la edición de este fantástico libro, la autora estará el próximo 19 de septiembre (20.00h) en Cálamo junto con Luisgé Martín. ¿Aún no conoces a Marta Sanz? En ese caso, aquí te la presentamos a través del cuestionario Proust.
 
Tu virtud favorita.
La hipocresía
La cualidad preferida en una persona.
La hospitalidad. Afectiva y material
La cualidad que te define.
La persistencia
Qué aprecias más en un amigo. 
La inteligencia
Tu principal defecto.
La hipersensibilidad que es a la vez mi mayor virtud.
Tu ocupación favorita. 
Dos: leer y tomar una caña mientras fumo un cigarrillo y charlo con los amigos en una terraza de verano.
Cuál es tu idea de felicidad. 
La de poder dedicarme a mis dos ocupaciones favoritas mientras disfruto del utópico pensamiento de que el mundo está bien repartido y todo va como una seda.
Cuál es tu idea de la desgracia. 
Una vejez enferma y solitaria.
Si no fueras tú, ¿quién te gustaría ser?
No sé si soy demasiado egocéntrica o demasiado modesta, pero no me lo he planteado nunca.
Dónde te gustaría vivir. 
En la casita del árbol.
Tu pájaro favorito. 
Gorrión.
Tus autores de ensayo preferidos.
Hoy, Zizek. Feijóo es divertidísimo. Cuando era joven y lista, Adorno.
Tus poetas favoritos.
San Juan de la Cruz, Góngora, César Vallejo, Anne Sexton.
Tus héroes de ficción predilectos. 
Drácula, Don Fermín de Pas en La regenta, Ralph, el primo de Elizabeth Archer en Retrato de una dama; el comisario Maigret; Humbert Humbert.
Tus heroínas de ficción predilectas.
La marquesa de Merteuil en Las amistades peligrosas, Séverine de La bestia humana, La institutriz sin nombre de Otra vuelta de tuerca, Dinah Brand en Cosecha roja.
Tus pintores y músicos favoritos. 
Giotto, Leonardo da Vinci, El Bosco, Rembrandt, Frans Hals, Ribera, Velázquez, John Everett Millais, Picasso, Otto Dix, Max Beckmann, Bach, Beethoven, Brahms, Prokófiev, Fauré, Cesar Frank.
Tus héroes en la vida real. Tus heroínas en la vida real.
Las y los que decía Bertolt Brecht. Ni los que luchan un día, ni una semana, ni un mes: los que luchan toda la vida. Los imprescindibles.
El personaje histórico que más detestas. 
Hitler, Franco, Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Videla, Pinochet... En este país y ahora detesto a muchos otros que no llegarán a ser personajes históricos nunca. Al menos, eso espero.
Tu comida y bebida favoritas.
Macarrones con chorizo y huevos fritos con patatas. Cerveza y agua.
Tus nombres favoritos. 
Vera, Manuela, Darío, Olmo.
Lo que más odias.  
Los que me invitan a odiar la violencia mientras ellos la ejercen a diario.
El episodio militar que más admiras. 
La toma del palacio del invierno.
La reforma que más admiras.
No me gusta la palabra "reforma". Me suena al PP y a cosas peores.
El talento natural que te habría gustado tener. 
Un oído perfecto.
Cuál es tu estado de ánimo actual.
Asténico.
Con qué te muestras más tolerante.
Menos con la exhibición impúdica de la ignorancia me muestro tolerante, incluso miedosa, con casi todo.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Capital

"El capitalismo es tóxico", así, de esta manera tan contundente titulaba el diario El País una reciente entrevista al escritor británico John Lanchester, autor de la aclamada novela Capital. Leída la letra pequeña de la entrevista, la cosa no da para tanto. Se limita el autor a quejarse de la falta de regulación del sector financiero ("la City no era así hace 25 años"), sin proponer subversión alguna del sistema.


Capital se está convirtiendo en uno de los grandes éxitos editoriales de la temporada en nuestro país, de la mano de la Editorial Anagrama, beneficiándose tanto de una inteligente campaña de marketing como de un destacado efecto boca a oreja. La pregunta, entonces, era si su lectura iba a estar a la altura de las enormes expectativas despertadas. Y la respuesta, en mi caso, es... depende.


Resulta innegable el atractivo de la propuesta: por sus páginas desfilan, como en un fresco, los distintos personajes que pueden caracterizar la vida londinense de los días previos al estallido de la crisis económica mundial de 2008. Las escenas son breves (aunque la novela sea larga), el ritmo no decae en exceso, tenemos un whodunit que vertebra las diferentes estampas y añade algo de intriga a la narración...

Sin embargo, algo no termina de funcionar. El autor explícitamente indica que ha querido huir de la moralina de algunos de los principales autores del siglo XIX (la crítica ha vinculado esta novela a escritores como Dickens o Trollope); en palabras del propio Lanchester, su intención ha sido limitarse a describir una determinada sociedad, dejando cualquier juicio en manos del lector.

Tal vez esta propuesta (fragmentaria, relativista y acrítica) sea coherente con los tiempos posmodernos que nos tocan vivir. Ahora bien, como señalaría acertadamente Juan Manuel Aragüés, hay que distinguir entre propuestas posmodernistas sistémicas y aquellas otras que son de oposición. Lanchester no se sitúa en ninguna barricada que permita cuestionar el sistema establecido, más allá de alguna consideración estética menor.

Su sentido del humor, su ironía, hacen tabla rasa con todo y con todos. Nada es defendible, nada es exaltable, toda conducta o bien conduce al absurdo o bien a la supervivencia. Ninguna lección es posible. Tal vez ello guste a una parte de crítica y público en estos tiempos de pensamiento débil. No obstante, creo que 600 páginas hubieran dado para algo más que para distanciamiento de los personajes, suficiencia y superioridad moral, junto con el desinterés en proponer una vía de escape a un sistema que tritura seres humanos con refinada perfección.

Capital es un buen título: evoca la condición de urbe metropolitana de Londres y recuerda que en esa ciudad escribió Karl Marx su obra más destacada. Sucede que tal vez esperábamos algo más de los cientos de páginas presentadas bajo su advocación.

lunes, 22 de julio de 2013

Microcosmos (por Félix Teira)

Si ya desde Demócrito se ha considerado que el ser humano podía ser una síntesis del universo, el llamado "microcosmos", el autor que hoy consideramos, Félix Teira Cubel, utiliza el retrato de cinco adolescentes para reflejar certeramente el compendio de la sociedad que hoy nos toca vivir.


En su anterior novela, laciega.com, el escritor de Belchite nos narraba la historia de la degradación de unos adultos, una pareja bien instalada, a la que la crisis económica despoja de su capacidad para seguir satisfaciendo sus impulsos consumistas. La única solución que encuentra la protagonista para continuar manteniendo su estatus es vender lo único que le queda (y no precisamente su alma al Diablo).

Ahora, Teira nos traslada a otra visión, a otro punto de vista, el de cinco adolescentes (Hijo, Gemelo, la Sucia, Roda y Vero) que sufren en sus propias carnes las consecuencias de una crisis que golpea duramente a sus familias y ellos apenas entienden. Su nueva obra, Hijos y padres, es un encadenado de cinco relatos, unas "vidas cruzadas", al estilo de Short Cuts, la película de Robert Altman, basada en los relatos de Carver.


La originalidad no parte de los asuntos sacados a colación (la ruptura matrimonial, la utilización de los ancianos como fuente de ingresos, el desprecio a lo diferente, el tráfico de drogas o el despertar de la sexualidad), sino de las voces que se utilizan, del tono que se escoge. Félix Teira es profesor de Instituto y se nota, porque sus personajes hablan y respiran autenticidad, nos emocionan y nos atrapan por su desgarro y cercanía.

Otro gran protagonista de la novela es el territorio que habitan sus personajes, ese popular barrio de Las Fuentes de Zaragoza, encerrado por un corsé urbanístico y cercado por las angustias de sus vecinos y vecinas. Los barrios de la ciudad consolidada, despreciados en los momentos de expansión de la gran burbuja inmobiliaria, hoy recobran su protagonismo y agitan con desesperación sus cuadernos de quejas.

La crisis es devastadora, ya lo sabíamos, es una gran estafa que anula los proyectos vitales de centenares de miles de personas en nuestro país, y sobre todo destruye cualquier esperanza de futuro para la que ya es denominada "la generación perdida". Hoy, unos personajes de esa generación acuden a nuestros hogares: debemos abrirles la puerta y cederles paso para que nos cuenten sus verdades y mantengamos su mirada (si es que somos capaces).

jueves, 13 de junio de 2013

Desfilaron por Hitler

El Teatro Principal de Zaragoza se llenó hasta la bandera de escritores, periodistas y, sobre todo, amigos, para acompañar a Luis Granell en la presentación de su primera novela, Desfilaron por Hitler. Editada por Comuniter y excelentemente presentada por el historiador Carlos Mas, la novela propone una arriesgada trama en la que no se juzga nada, sino que se ofrece una visión que deberá ser completada con el juicio moral de cada lector. ¡Enhorabuena, Luis, y a por otra!


Desfilaron por Hitler, la primera novela de Luis Granell

El que fuera presidente de la Asociación de la Prensa y director de Andalán presenta una obra sobre la amistad de dos jóvenes, ambientada en la Segunda Guerra Mundial. No es una reflexión al uso, ni trata de emitir juicios de valor, “solo es una historia de ficción sobre la amistad”.

‘Desfilaron por Hitler’ empezó a ser redactada hace quince años, durante el tiempo en que Luis Granell ocupaba el cargo de jefe de publicaciones en las Cortes de Aragón, época en la que asegura que “tenía un trabajo fijo y cómodo, pero no me satisfacía del todo y empecé a tener ganas de escribir”. Su interés por asuntos relacionados con la Segunda Guerra Mundial le llevaron a realizar un arduo trabajo de investigación y documentación.”Empecé a querer escribir sobre la batalla de Normandía y la historia, poco a poco, fue tomando cuerpo”. Durante esos días, llegó a visitar las zonas de conflicto en las que quería basar su obra.

En pleno proceso de recopilación de material hizo un descubrimiento, el cual llamó poderosamente su atención: a mediados de 1943 las Waffen SS, unas fueras armadas vinculadas al partido nazi, crearon una división de voluntarios de las Hitlerjugend, en la cual permitieron alistarse a jóvenes de entre 14 a 18 años. Se presentaron más de 20.000 voluntarios convencidos. “Me he inventado unos personajes jóvenes a los que sitúo en los acontecimientos del libro, mientras están sucediendo una serie de hechos importantes”. Finalmente, los testigos acabaron interesándole más que los hechos. Granell señala que “hay partes de mi en cada uno de esos personajes.  Me interesaron tanto que recorrí los itinerarios que esta división realizó por Europa y llegué a reunir más de dos estanterías en mi librería con libros para documentarme”.

‘Desfilaron por Hitler’ exige “un pequeño esfuerzo al lector, porque empiezo la historia central por el final y acaba en la infancia de los personajes“. Como detalle personal, la novela está plagada de términos alemanes que hacen referencia a asuntos y rangos militares. “Pensé que traducidos no darían tanta fuerza al texto, además no tendrían el mismo significado concreto. Al final del libro hay un glosario con el significado de los términos”.

Políticamente incorrecta
La historia no tiene una moraleja, como es habitual en novelas de este género. “Es políticamente incorrecta”. No ofrece ningún juicio de valor, no se posiciona, es distinto y no denuncia los actos de los nazis, simplemente “cuenta una historia basada en la amistad de unos chicos jóvenes que deciden alistarse cuando saben que la guerra está perdida. Algunos han perdido a sus padres o, mientras están luchando, se enteran de que los Aliados están bombardeando sus ciudades”. Insiste en que “no aporta ninguna tesis, sino hechos desconocidos” y aporta, como curiosidad, que “el mapa político actual de Europa es casi idéntico al diseñado por Hitler”.

Granell afirma que hace años que intentó publicar ‘Desfilaron por Hitler’. “Mandé la novela a muchas editoriales de Madrid, porque sabía de la dificultad de que una editorial aragonesa publicara una historia sobre la Segunda Guerra Mundial; también a agentes literarios, muchos no me contestaron y otros me dijeron que iba a tenerlo complicado por la temática”. Finalmente, la ha publicado con Comuniter.

“Este tema es, sin duda, el que más ha sido explotado por la bibliografía mundial, sin embargo, hasta hace poco, ni siquiera los autores alemanes han escrito historias sin denunciar el nazismo“. Nombra los ejemplos de Gunter Grass, que en 2002 escribió ‘A paso de cangrejo’, una historia sobre el bombardeo de los aliados a un buque alemán en el báltico, que huía con civiles, mujeres y niños en mayoría y murieron “más personas que en el Titanic”. A este hecho apenas se dio trascendencia. También señala ‘Represalia’, de Gert Ledig, sobre los bombardeos a ciudades alemanas habitadas solo por civiles.

La búsqueda editorial “me permitió corregir el texto, incluso mejorarlo”. Afirma, orgulloso, que “ahora escribo mejor”. Y es que, pese a su larga carrera como periodista, “nunca había escrito un texto largo, en toda mi vida había compuesto ni siquiera un verso”.

jueves, 6 de junio de 2013

Novedades editoriales

Poco más de cien horas separarán los actos de presentación de dos nuevas novelas, de dos aventuras editoriales surgidas en el difícil pero inquieto panorama cultural aragonés. La primera, El buen amor, brota de la pluma de Olga Bernad y de la dedicación de los hermanos Pérez Collados al timón de su editorial Nuevos Rumbos.


Olga Bernad cuenta con una ya prolífica obra poética a sus espaldas y con una novela anterior, Andábata. Una muestra de su poesía podemos escucharla de su viva voz en un encuentro con las letras de La Casa de Zitas, compartido con Álvaro Sanz (próximo Diputado de IU en el Congreso).


La segunda obra viene de la mano de un "senior", Luis Granell Pérez, ex director de la mítica Andalán, periodista comprometido en múltiples causas y el que fuera mi primer jefe (y sin embargo amigo) en aquellos lejanos años del Servicio de Publicaciones de las Cortes de Aragón en su primera Legislatura.


Presenta su primera novela (como él mismo dice "a la vejez, viruelas") titulada Desfilaron por Hitler en el Teatro Principal de Zaragoza, el miércoles 12 de junio a las 20 horas.

martes, 9 de abril de 2013

Carlos Bardem: uno de los nuestros

Carlos Bardem hubiese podido interpretar al gángster de la mítica Goodfellas de Martin Scorsese. Pero también es "uno de los nuestros" por su compromiso social ("No a la guerra", defensa del pueblo saharaui) y político. En vísperas del estreno de la película Alacrán enamorado, basada en su propia novela, este fragmento de una entrevista publicada en El Periódico de Aragón refleja las claves de su rebeldía.


-¿Es usted pesimista?
-No soy pesimista por sistema. Pero sí soy realista. Y creo que hay salida. Y que la salida viene de la lucha. De despertarse. En este país, afortunadamente, en los últimos dos años mucha gente se ha despertado de una realidad, han salido de Matrix. Pero todavía es poco. Un pueblo unido que tenga cuatro conceptos básicos sobre justicia social tiene un gran futuro. Un pueblo que se fraccione y que solo atienda al odio y al enfrentamiento no tiene futuro.

-Ningún partido político ha sabido asumir como propio el espíritu del 15-M. Ni Equo.
-El 15-M por definición es un movimiento ciudadano que surge contra un sistema político que representan en los grandes partidos. No tengo problema en decir que voto a IU.

-Pero no militante.
-No. Ni nunca lo seré. No va conmigo. Quiero la libertad de apoyar con mi voto a quien yo crea que se lo merece en cada momento. Uno de los problemas de este país es que tenemos una política futbolera. Vivimos en un permanente Barça-Madrid: PP-PSOE. No, señores. Hay una realidad detrás de eso. IU comete errores, pero creo que la gran mayoría de reivindicaciones del 15-M están recogidas en su programa desde hace tiempo. Y creo que la única forma de cambiar esto será el encuentro entre los movimientos ciudadanos y las fuerzas políticas. En el momento en que se encuentren calle y el Parlamento en la misma dirección y se rompa el bipartidismo, que es uno de los pilares básicos de esta estafa, podremos cambiar cosas.

-¿Le dio envidia ver que el Parlamento de Chipre se negaba el 19 de marzo a aceptar un plan para recortar todas las cuentas de todos los ciudadanos?
-No se puede simplificar tanto, que es algo que hacemos mucho en Twitter (risas). A ver, supongo que el Parlamento chipriota tampoco es un dechado de virtudes, pero sí tuve sana envidia al ver que ni un solo parlarmentario chipriota apoyaba ese día las políticas que supone meter la mano a la cuenta de la gente, que es un atraco. Eso es una incautación. Pero por lo menos allí lo votaron. Aquí, lo triste es que Zapatero, el de «nunca os decepcionaré», y su aliado de viaje desde la santa Transición aprobaron ellos solos, en agosto, cambiar la Constitución. Ahora veo a los del PSOE rasgarse las vestiduras. ¡Oigan! Esto no es una crisis es una estafa. Hay mucha gente detrás de esos dos muñequitos vociferantes que son el PP y el PSOE. Ambos partidos trabajan para la misma gente. Se retiran en los mismos consejos de administración. Unos son cara amable y los otros, la dura.

martes, 2 de abril de 2013

Recuerdos del porvenir

La editorial aragonesa Nuevos Rumbos, de la mano de los hermanos Pérez Collados, nos propone un interesante desafío: participar en un volumen colectivo de cuentos que se publicará en diciembre, aportando un original inédito que deberá narrar un recuerdo. Más información en http://www.edicionesnuevosrumbos.com/.


Hace veinte años entré por primera vez en una cantina. Era la estación de las lluvias en el Distrito Federal de México y corríamos empapados y muertos de risa. Por aquella época yo me creía inmortal. Quizá por ello no entendí el nombre que enmarcaba la cantina; se llamaba Recuerdos del Porvenir. 

En diciembre nuestra editorial publicará un nuevo libro de cuentos. Se titulará así, Recuerdos del porvenir y cada uno de los cuentos deberá narrar un recuerdo. 

La pregunta sobre si el recuerdo debe ser real o imaginado no tiene ningún sentido, dado que todos los recuerdos son imaginados. 

Mi recuerdo de aquellas risas bajo la lluvia, del sabor del mezcal, de la mirada de Adolfo, de Ros y de Greg.

Podéis enviar un cuento a la dirección de la editorial (info@edicionesnuevosrumbos.com), con la única condición de que no exceda de 2000 palabras (en esto seremos muy estrictos). Iremos editando los cuentos en el Blog de la editorial. En septiembre enviaremos los dos que consideremos mejores a la imprenta, para que formen parte del libro de cuentos en el que participarán, también, escritores a los que hayamos pedido expresamente que colaboren en el proyecto.

Como siempre, será un libro ilustrado.

Espero vuestras historias


                                                    José María Pérez Collados

viernes, 15 de febrero de 2013

Quizá necesitemos a Brecht

Os acompaño un magnífico texto de nuestro querido Juan Antonio Hormigón, ese aragonés de acero, dramaturgo, director de escena, estudioso, ensayista, docente y, sobre todo, agitador cultural. Su recomendación: volver a Bertolt Brecht en el 115 aniversario de su natalicio. Y yo añado, en la buena compañía de Peter Weiss, Max Frisch o Isabel Alba.


No son los tiempos que corren similares a los que vivió Brecht en sus inicios como escritor y director de escena. No son los años veinte y treinta del pasado siglo, en que las confrontaciones de clase y el combate con los fascismos emergentes y dominantes planearon como una pesadilla sin reposo en el acontecer de la humanidad.

Tampoco corresponde al periodo de guerra, la Segunda Mundial, tan agrio, cruento y sumido en la barbarie de todas las guerras. Ni es el posterior al conflicto bélico, en que los pueblos deseaban la paz, la justicia y la equidad, que tampoco llegó. Pero fue un tiempo en el que en Europa, el afán por reconstruir se unió a la esperanza de cambios sustantivos en las relaciones sociales. Otra guerra, ahora “fría” en su denominación político-publicitaria, vino a truncar anhelos, a desdibujar el sentido de combates y combatientes, a alterar el sentido de las palabras, etc.


Nada de esto se parece en puridad a lo que hoy padecemos, sobre todo en países que soñaron con un bienestar “caído del cielo”, basado en efímeros consumismos y vil mercadeo de lo necesario. Cancelado el embeleso de tanto aturdido afán, tanta inconsciencia, tanto frenesí de poseer lo superfluo y lo innecesario, tanta indisimulada presunción de nuevos ricos, el fracaso de un economicismo voraz y abyecto, en que las cosas y los actos se miden tan sólo por la rentabilidad contable que generan, ha derrumbado ante nuestros ojos atónitos toda la parafernalia de falsos relumbres de la ficción construida. Y la ficción ha caído sobre nosotros, las gentes del común que somos la inmensa mayoría.


Es una crisis del sistema que la lleva implícita en sus entrañas, pero que tan sólo padecen las gentes del común. En sus reductos protegidos, en sus cónclaves secretos, en sus reuniones sociales exclusivas que recuerdan las del film de Kozintsev y Trauberg
"La nueva Babilonia", los sectores dominantes, los que se consideran a sí mismos los dueños del mundo, siguen con su jarana enloquecida, con su obsesiva ambición de poseer. Exprimieron a las gentes en los años quiméricos de un mundo color de rosa, enrolándolos en operaciones crediticias con intereses que hipotecaban sus vidas; se dedicaron a sus malabarismos financieros y finalmente se desmoronó el tingladillo, pero ellos siguen aumentando sus beneficios en mayor medida y sus víctimas pagan sus estropicios. Ganan siempre, y los gobiernos parecen entregados a la tarea de protegerlos para que nada cambie, como fieles capataces de sus directrices.

El viejo capitalismo que había limitado su saña explotadora con la aceptación de políticas sociales redistribuidoras en la educación, la sanidad, la cultura, el desarrollo científico, el diálogo con los sindicatos para establecer convenios en los diferentes segmentos de la producción, así como medidas de solidaridad con los desfavorecidos, ha tirado la careta y regresado a los orígenes. Se ha rebautizado eufemísticamente como “neo-liberalismo” para desdoro de los liberales de raíz y convicción. Y en aras de sus principios fanáticos y obcecados hasta el límite, intenta imponer una terapia social de choque para destruir los fundamentos del Estado social, los logros conseguidos a lo largo del último siglo, el concepto de lo público en la economía, la educación, la sanidad, la cultura, la ciencia, etc. Su intención es privatizarlo todo y que disfrute de lo necesario aquel que se lo pueda pagar.


En este mundo que ahora padecemos, ¿no tiene la literatura dramática escrita por Brecht lugar y presencia revitalizados? ¿No son sus temáticas perceptibles, pertinentes, analogizables? Pienso, por ejemplo, en
"La panadería" (Der Brottladen): Un grupo de parados representan una obra en un patio entre casas. Combaten por conseguir un panecillo, el dueño de la panadería se lo niega, no tienen dinero. Hay incluso una muerte. La obra es áspera, directa, carente de cualquier sentimentalismo gratuito. Intenta mostrar las causas de que eso suceda. Quizá dudemos de que alguien pelee ahora por un pedazo de pan, aunque hay ya muchas personas que viven de la beneficencia, pero sobre todo: ¿qué imágenes y escenas nos ofrecen los desahucios, por ejemplo, lo que sabemos de los parados que tanto se asemejan a las presentadas en este texto?

Es fácil, cada día más, descubrir a nuestro alrededor personajes empingorotados que actúan con la ambivalencia de Puntila, otros que padecen la ceguera de Madre Coraje o que se producen con la duplicidad de Shen-Te/Shui-Ta en Sezuán y sus mismas contradicciones; empresarios -¡perdón!: emprendedores en jerga pijopolítica- que son almas gemelas del Mauler de Santa Juana, y no pocas personas que como Juana Dark subliman sus padecimientos por el bien de los pobres, pero no alcanzan a comprender las causas reales de la pobreza o el desespero de la mayoría, ni aprenden a combatirlas realmente. Vemos todos los días cómo pobres gentes, similares al paquetero Galy Gay, son fanatizadas con denuedo por grupos mediáticos, políticos, religiosos, empresariales, etc., hasta que pierden toda lucidez o capacidad de decidir por sí mismas y se convierten en marionetas del poder para la guerra, para el laboreo, cuando votan, cuando rugen en los estadios, etc.


¿No describe
Mahagonny el consumismo delirante de la forma de sociedad engendrada por el capitalismo degradado? ¡Qué decir de los “Tuis”! ¿No siguen mereciendo ese apelativo muchos de los que se denominan intelectuales? ¿No sigue la ciencia corriendo el peligro permanente, como nos plantea Galileo, de ser utilizada por los poderosos para sus fines, enajenándola de su condición de bien común para toda la humanidad? ¿Es la justicia igual para todos o rigen los privilegios de clase respecto a la condición del delincuente, como nos expone "La excepción y la regla"?

Pero las temáticas constituyen tan sólo un aspecto de la cuestión. Las obras de Brecht apuntan a establecer mecanismos para hallar una salida a la contradicción fundamental del capitalismo que se ha acentuado en los últimos años: la que opone al carácter social del trabajo el carácter privado de la apropiación. Los cambios de apariencia que este sistema ha ejemplificado constantemente a lo largo de su historia, nunca han logrado superarla porque es la base de su existencia. Y esa convicción transformadora por un cambio en las relaciones productivas con todo lo que eso conlleva, está presente en toda la producción brechtiana.


Pero ante todo tenemos al Brecht que concibe el teatro del tiempo que vivimos. En concreto de su sentido. En el tomo III de sus
Escritos, en el apartado que titula “El lugar del teatro”, asegura: “Es un privilegio de las artes el poder participar en la formación de la conciencia de una nación”. Una propuesta que podríamos colocar el vestíbulo de nuestros coliseos. La afirmación conlleva ante todo responsabilidades para las artes y las escénicas en nuestro caso. ¿Qué teatro debemos hacer para construir dicha conciencia? Ese tipo de representación que se concibe como simple producto y se trata como una mercancía más, no será obviamente el apropiado.

El 16 de enero de 1942, Brecht anotaba en su
Diario una reflexión en torno a una de las características de dicha responsabilidad:
«el arte y la moral no están en armonía en nuestra sociedad; cuando la moral de una sociedad se hace asocial, es bueno que el arte desarrolle su propia moral (artesanal) y que en lo demás se vuelva artesanal, una moral social. Una forma de actuación teatral que reproduzca el comportamiento humano de manera tal que la sociedad reaccione en forma productiva exige algo así como una conciencia de la responsabilidad, es decir una cualidad moral. Por supuesto que es necesario convertir los preceptos "debo" en preceptos "quiero". Para el actor eso es una emancipación, significa la conquista del derecho a influir sobre la gestación de una sociedad, el derecho a ser productivo. Objeto moral debe convertirse en sujeto moral. La moral se vuelve producción. El artista no sólo tiene una responsabilidad ante la sociedad sino que induce a la sociedad a hacerse corresponsable. en una palabra: la sociedad pierde su carácter de instancia, el artista debe representarla en plenitud.»
Itinerarios
El primer jalón lo sitúo en una nota de Brecht que titula: “Sobre el comienzo de siglos venturosos”. Está escrita entre 1932 y 1936 pero no consta la fecha. Se incluye en la selección de Escritos políticos
publicada en Caracas en 1971. Sus opiniones sobre el desarrollo tecnológico, la promesa de venturas sin cuento y la putrefacción de las clases dominantes, unidas por el cemento de su particular ironía, parecen escritas hoy mismo:
«En vista de todas esas máquinas y artificios de la técnica que le permiten alimentarse con facilidad, ¿no debería la humanidad tener la impresión de hallarse en los albores de un día rico y extenso, percibir la rosada aurora y la fresca brisa que señalan el comienzo de siglos venturosos? ¿Por qué todo es tan gris en torno, y por qué sopla ahora ese siniestro viento crepuscular que, al levantarse, según se dice, hace que mueran los moribundos?
Cuando una clase dominante se pudre, predomina el olor a putrefacción».
Segunda mención, escrita a fines de esos mismos años treinta. Pertenece al Me-ti, ese libro parabólico tan sugerente. Brecht aborda un tema que adquiere también ahora enorme contemporaneidad:
«Los intereses de los grandes señores exigen que se luche contra otras naciones, nuestros intereses no, y hasta se verían perjudicados por esas luchas.»
«El nacionalismo de los grandes señores beneficia a los grandes señores. El nacionalismo de los pobres también beneficia a los grandes señores. El nacionalismo no vale más porque lo sienta un pobre; la única diferencia es que, en ese caso, carece totalmente de sentido.»
Tercer jalón, referido a la propia sociedad y a la acción teatral. En la primera noche del Messingkauf, “El Filósofo” plantea una tarea para el teatro de significación notable:
«La eliminación de los verdugos no tendrá éxito sino cuando los hombres conozcan en número suficiente la causa de sus sufrimientos y de sus peligros, sepan cómo suceden las cosas y qué métodos adoptar para eliminar a los verdugos. En consecuencia, es importante transmitir este saber al número más grande posible de gente. Hoy quiero hablar con vosotros gentes de teatro, de lo que podéis hacer».
Hay un aspecto más que nos hace muy próxima la aportación de Brecht: sus propuestas escénicas. Tanto en sus escritos como en su práctica se describe, se expone, se profundiza sobre una nueva forma de hacer teatro. En su opinión, las formas teatrales del pasado están caducas. Proponen una empatía entre el actor y el personaje, e igualmente generan una hipnosis empática entre el espectáculo y el espectador. En su opinión, todo ello conlleva una idea del ser humano que no responde a la realidad actual, en la que se ha dominado en buena medida la naturaleza gracias a notables hallazgos y desarrollos en el campo científico-técnico.

Muchos de sus escritos están dedicados a esta cuestión, centrada sobre todo en el nuevo tipo de representación que proponía. Retengo alguna de sus expresiones. En un fragmento titulado “Indicaciones a los actores”, afirma: «Quien no sea capaz de entretener mientras enseña y de enseñar mientras entretiene no debe hacer teatro». Conocimiento y placer son dos cuestiones que plantea constantemente como binomio indisoluble, que debe emanar de la práctica teatral. Pero también asegura que «el arte bueno refina la sensibilidad artística, el mal arte no la deja indemne, sino que la daña. (…) El único argumento a favor del arte es que no resulta nunca inocuo».

Posiblemente sus exigencias respecto al actor emanen de supuestos como señalados. En una “Carta a un actor” escrita en sus años postreros, dice:
«El actor debe tomar posición, mental y emotivamente, respecto a su personaje y a su escena. Ese cambio de enfoque, que considero necesario, no es una operación fría, mecánica. En el arte no puede haber nada frío ni mecánico y esta nueva actitud es de naturaleza artística. Si el actor (…) no siente un apasionado interés por el progreso humano, el cambio no podrá producirse».
Un teatro así concebido tiene para él la más alta consideración dentro de las prácticas artísticas y merece una atención social relevante. Lo dejó enunciado con claridad:
«El arte teatral es la más humana y más general de las artes; es la que se practica con mayor frecuencia, porque no sólo se practica en escena, sino en la vida real. Y el arte teatral de un pueblo o de una época, debe juzgarse como un todo, como un organismo viviente, que no está sano cuando todos sus miembros no están sanos».
Creo que estas pocas referencias son suficientemente expresivas de hasta qué punto nos sigue interesando Brecht, quien nos propuso –tal como comentó a una pregunta lanzada por Dürrenmatt- que «el mundo de hoy sólo puede describirse ante el hombre de hoy si se lo describe como un mundo transformable».

Final de un comienzo
Para acometer estas incitaciones necesitamos saber a donde queremos ir, a qué meta intentamos llegar y para ello es preciso tener un horizonte. ¿Lo tenemos? Es algo que me bulle por dentro en estos años de desolación y sonrojo. No es un problema de fe sino de sabiduría, y no de nuestra sabiduría sino la del colectivo histórico en el que nos sentimos integrados. Pero un colectivo histórico no es un grupo de amigos sino una comunidad más amplia, versátil y complementaria que tiene la capacidad de establecer unas pautas que guíen hacia el horizonte, e igualmente proyectos de qué hacer una vez que lo hayamos alcanzado. Percibo que no lo tenemos y nos consumimos en luchas coyunturales que se agotan en sí mismas y no van hacia ninguna parte, no tienen futuro.

El devenir de la historia me ha hecho un tanto escéptico. A veces pienso que excesivamente. Sigo intentando comprender la realidad que me rodea y siento una desazón profunda ante lo que deduzco. No percibo que se haya definido un horizonte hacia el que caminemos colectivamente. El aturdimiento es ostensible. El capitalismo en su fase actual esta acrecentando sus cotas primitivas de barbarie, rapacidad y depredación del planeta, pero ahora posee una maquinaria de aplastamiento de la conciencia crítica por múltiples caminos, que nunca antes tuvo. Puede generar procedimientos de alienación de los individuos nunca conocidos. El propio mecanismo democrático está viciado por leyes electorales injustas y por sistemas de aniquilación del pensamiento y de la capacidad de discernir.

Entonces me acuerdo con ternura de la metáfora del topo que el joven Marx construyó para explicar el devenir histórico. Entonces acudo a los escritos de Brecht, tan agudos, tan transmisores de inteligencia y mordacidad, tan precisos. Y me renace algo de esperanza… Pronto la tierra se me viene encima, como al topo marxiano, y vuelve la sensación de desasosiego y aridez. Pero siempre conservo la esperanza dialéctica más honda de que no siempre será así, que algún día las afirmaciones vanas del presente mediocre se desvelarán como grandes mentiras, que el mundo cambiará realmente desterrando la barbarie e instaurando el Gran Orden del que hablaba Brecht. Sé sin embargo que no lo veré, pero pienso con satisfacción que lo harán otros y quizá nos dediquen algún instante de sus recuerdos.


Juan Antonio Hormigón es Secretario General de la Asociación de Directores de Escena de España. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Isabel Alba y la estética de la resistencia

A Emilio Manrique, maestro de vida y política,
voz de los olvidados habitantes de tantos recintos Weiser

Isabel Alba Rico, guionista y profesora, es también la autora de una de las novelas más impactantes que he podido leer en los últimos tiempos: La verdadera historia de Matías Bran: Libro I: El recinto Weiser. Una prosa afilada, que utiliza diferentes técnicas (objetivismo minimalista, insertos teatrales, fragmentos periodísticos, monólogos interiores, textos epistolares), siempre al servicio de una emoción nada ternurista.


A partir de la peripecia de un personaje contemporáneo, Matías Bran, del que poco iremos sabiendo a lo largo de la novela, encontrará la autora la excusa perfecta para servirnos un fresco de aquella juventud revolucionaria, pletórica de ilusiones, que buscó hacer realidad la utopía al final de la Gran Guerra. La revolución húngara de 1919, con ecos simultáneos en Alemania (levantamiento espartaquista o República de Consejos de Baviera), es el escenario por el que comparecen los protagonistas colectivos.

Se trata de trabajadores y trabajadoras (importantísimo el papel asumido por las mujeres, que irrumpen como sujeto histórico activo) sometidos a brutales condiciones de explotación, en el campo y la ciudad (las fábricas del recinto Weiser, en la isla de Csepel), que deciden decir basta a la guerra que mata en los campos de batalla con balas y gases, y con hambre y enfermedades, en la retaguardia.

Ejemplar e ilustrativa la descripción de la división del movimiento obrero de aquellos años: con la socialdemocracia defendiendo la incorporación de los trabajadores a la guerra imperialista y los comunistas abriéndose paso con la reivindicación de ¡pan y paz! El triunfo de la Revolución rusa de 1917 muestra el camino a otras experiencias similares, pero cuyo destino será diferente y trágico. El asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht por orden del SPD, la derrota militar de la República soviética bávara o la expulsión del gobierno de los comunistas húngaros de Béla Kun, bajo presión de los socialdemócratas, que abre el camino a la dictadura del mariscal Horthy... Se entiende bien el apelativo de "socialtraidores" acuñado por esa época en contra de la política antirrevolucionaria de la socialdemocracia.

Encuentro en el tono general de la obra de Isabel Alba reminiscencias del mejor Peter Weiss, el autor de la también imprescindible Estética de la resistencia, que en sus tres volúmenes representa un monumental fresco de las luchas revolucionarias contra el nazismo.



Si entonces la crítica literiaria de La Vanguardia calificó a la novela de Weiss como "la última novela épica", algo similar podemos predicar del "Recinto Weiser" de Isabel Alba. Una épica, un aliento que estamos deseando poder retomar con un segundo o tercer volumen de una saga que esperamos continúe con impaciencia.