Si ya desde Demócrito se ha considerado que el ser humano podía ser una síntesis del universo, el llamado "microcosmos", el autor que hoy consideramos, Félix Teira Cubel, utiliza el retrato de cinco adolescentes para reflejar certeramente el compendio de la sociedad que hoy nos toca vivir.
En su anterior novela, laciega.com, el escritor de Belchite nos narraba la historia de la degradación de unos adultos, una pareja bien instalada, a la que la crisis económica despoja de su capacidad para seguir satisfaciendo sus impulsos consumistas. La única solución que encuentra la protagonista para continuar manteniendo su estatus es vender lo único que le queda (y no precisamente su alma al Diablo).
Ahora, Teira nos traslada a otra visión, a otro punto de vista, el de cinco adolescentes (Hijo, Gemelo, la Sucia, Roda y Vero) que sufren en sus propias carnes las consecuencias de una crisis que golpea duramente a sus familias y ellos apenas entienden. Su nueva obra, Hijos y padres, es un encadenado de cinco relatos, unas "vidas cruzadas", al estilo de Short Cuts, la película de Robert Altman, basada en los relatos de Carver.
La originalidad no parte de los asuntos sacados a colación (la ruptura matrimonial, la utilización de los ancianos como fuente de ingresos, el desprecio a lo diferente, el tráfico de drogas o el despertar de la sexualidad), sino de las voces que se utilizan, del tono que se escoge. Félix Teira es profesor de Instituto y se nota, porque sus personajes hablan y respiran autenticidad, nos emocionan y nos atrapan por su desgarro y cercanía.
Otro gran protagonista de la novela es el territorio que habitan sus personajes, ese popular barrio de Las Fuentes de Zaragoza, encerrado por un corsé urbanístico y cercado por las angustias de sus vecinos y vecinas. Los barrios de la ciudad consolidada, despreciados en los momentos de expansión de la gran burbuja inmobiliaria, hoy recobran su protagonismo y agitan con desesperación sus cuadernos de quejas.
La crisis es devastadora, ya lo sabíamos, es una gran estafa que anula los proyectos vitales de centenares de miles de personas en nuestro país, y sobre todo destruye cualquier esperanza de futuro para la que ya es denominada "la generación perdida". Hoy, unos personajes de esa generación acuden a nuestros hogares: debemos abrirles la puerta y cederles paso para que nos cuenten sus verdades y mantengamos su mirada (si es que somos capaces).
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