Alberto Garzón Espinosa ha escrito un pequeño opúsculo que ha titulado Esto tiene arreglo. Un economista indignado en el Congreso (Ediciones Destino, 2012). El joven Diputado de IU en el Congreso nos invita a sembrar juntos la semilla de un mundo nuevo edificado sobre las ruinas de un capitalismo depredador que nos amenaza con un formidable retroceso civilizatorio.
El libro se divide en tres capítulos correspondientes al pasado (Por qué hemos llegado hasta aquí), el presente (Hacia dónde vamos y hacia dónde deberíamos ir) y el futuro (Cómo podemos conseguirlo). La explicación sobre la actual crisis provocada por el capitalismo financiero globalizado -con la cobertura de la ideología neoliberal que lo sustenta- es clara y sintética.
Más problemas plantea el qué hacer (ya lo decía Lenin). Garzón indica la necesidad actual y urgente de superar el capitalismo: "La evolución de la crisis ha demostrado que la tendencia actual del capitalismo es la de acentuar sus rasgos más puros. Con ello presente no es extraño pensar que la transformación o sustitución del capitalismo es aún más necesaria que nunca".
No obstante el concepto "superación del capitalismo" es bastante indeterminado y cada tradición de la izquierda puede dotarlo de un contenido bien diferente. El autor propone una actualización y reconciliación de dos tendencias como puedan ser el socialismo de tradición estatista y las posiciones basadas en la economía social y las teorías del decrecimiento. Sobre el papel suena bien, pero habría que ver en lo concreto qué quiere decir esto.
El propio Garzón seguro que experimenta en carne propia la contradicción (al menos parcial) que supone conciliar la participación en los movimientos asamblearios como el 15-M (del que él ha formado parte) y en algunos gobiernos con la otra izquierda (como en Andalucía, Comunidad Autónoma por la que es parlamentario) que se están viendo obligados ellos mismos a aplicar medidas de recorte.
En todo caso, la propuesta para avanzar es inequívoca y se basa en estimular lo unitario, en buscar los puntos de coincidencia entre los movimientos asamblearios, los sindicatos y las fuerzas de la izquierda transformadora, puesto que el desafío es inmenso y la amenaza puede resultar devastadora. Hoy mencionar la palabra democracia casi es un insulto a la inteligencia, ante la obviedad de que las principales decisiones se toman por otros bien distintos a los ciudadanos y ciudadanas libremente determinados. Acabar con ese estado de cosas no es una opción para nuestro autor sino un imperativo moral.
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