martes, 21 de mayo de 2013

Proteccionismo y desmundialización

Durante las décadas de hegemonía del pensamiento neoliberal, a partir de los éxitos electorales de Reagan y Thatcher, se ha considerado como una herejía cuestionar las supuestas bondades de la "globalización" y el "libre comercio". Incluso muchos sectores de la izquierda se han acomplejado al abordar tales aspectos, por estimar que cerrar las fronteras a las exportaciones de países en vías de desarrollo podía suponer una especie de nueva imposición colonialista.


Lo cierto es que, como señalaba Jacques Sapir recientemente en las páginas de El Viejo Topo (número de abril de 2013), la liberalización financiera y el libre cambio, propugnados por la Organización Mundial del Comercio (OMC), han desatado fuertes tensiones desestabilizadoras de las economías y han establecido una tensión competitiva entre los sistemas sociales (protección social, sanidad, jubilación) de diferentes países.


Frente a las graves consecuencias económicas y sociales que han venido de la mano de tales planteamientos ideológicos, Sapir propone acudir al concepto de "desmundialización", entendido como "un retorno a una fuerte reglamentación financiera que penalice en particular a los movimientos de capitales a corto y muy corto plazo, y unas reglas que garanticen la competencia no entre sistemas sociales diferentes, sino entre sistemas sociales comparables".

En palabras de Sapir, la desmundialización no "significa la suspensión del comercio internacional, sino su reorganización para promover de forma espontánea unas reglas sociales y medioambientales más progresistas". Se trata, en suma, de penalizar los bajos salarios y las prestaciones sociales muy débiles de terceros países, introduciendo unos derechos de aduana automáticos.

Concluye Sapir que "la adopción de medidas proteccionistas, entendidas del modo en que yo las he descrito, es indispensable si se quiere que la economía mundial recupere una trayectoria estable de crecimiento".

No deja de sorprenderme el escaso eco que estas propuestas suscitan en el ámbito teórico e ideológico de la izquierda transformadora española. Pero creo que dar respuesta a sus interrogantes resulta imprescindible si queremos frenar la avalancha de retrocesos sociales que se nos vienen encima de la mano de la globalización capitalista. En otros países como Francia el debate está mucho más vivo.

También en América Latina muchas voces se ocupan de esta cuestión. Hace escasas fechas, Andrés Soliz Rada, en la página rebelion.org, escribía un artículo sugerentemente titulado "Del dogma de librecambio a la herejía del proteccionismo". En esa colaboración se recordaba, en palabras de Marcelo Gullo (autor de Insubordinación y desarrollo. Las claves del éxito y el fracaso de las naciones), que los principales países capitalistas lograron su desarrollo gracias al proteccionismo estatal y al rechazo radical del libre cambio. Por supuesto estas potencias económicas recetan para los demás lo contrario de lo que las ha llevado a la cima de su poder.

Creo llegado el tiempo de que la izquierda real en el Estado español aborde como una prioridad estas cuestiones. Recientemente, Alberto Garzón, economista crítico y Diputado de IU en el Congreso, indicaba en La Marea que "hay que poner freno al libre movimiento de capitales".


Eso está bien, pero intuyo que no es suficiente. Habrá que empezar a socavar los cimientos del "libre comercio" y, por ende, de la OMC, instrumento principal de las políticas económicas que están llevando a nuestro mundo a la catástrofe social más grave desde la última guerra mundial.

1 comentario:

  1. Lo resumes muy bien cuando dices "sectores de la izquierda se han acomplejado al abordar tales aspectos, por estimar que cerrar las fronteras a las exportaciones de países en vías de desarrollo podía suponer una especie de nueva imposición colonialista". Creo que hay que romper con ese "complejo" porque la premisa en la que se fundamenta no es válida en la actual globalización. El proteccionismo hoy en día no favorecería al capital como sucedía en fases anteriores del capitalismo, sino a lo trabajadores (cierto es, también a los pequeños y medianos empresarios).
    En el marco de un sistema capitalista como el nuestro (UE) es imposible competir con países con un sistema en los que los trabajadores carecen de derechos, trabajan 12 ó 14 horas por el bocadillo, sin vacaciones, sin asistencia sanitaria, ni derecho de jubilación, donde no hay normativas medioambientales o éstas son fáciles de violar... Mantener el estado del bienestar en el marco de una economía capitalista, nos obliga al proteccionismo sí o sí.
    Pero existe ese "complejo" del que hablas, no tanto en la izquierda real (la postura de Garzón lo demuestra) sino más bien en la intelligenza del PSOE (sobre todo en su fontanería de economistas tecnócratas), que sigue manteniendo como dogma de fe el libre comercio y la circulación de capitales, contemplando las restricciones como algo negativo.

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