El hombre es una nube de la que el sueño es viento.
Luis Cernuda
Manuel Vázquez Montalbán dejó dicho en las páginas de Pasionaria y los siete enanitos que Santiago Carrillo era un excelente político, pero un pésimo secretario general de un partido que exige una "emulsión tan sutil" como el PCE. La noticia de la muerte de Carrillo nos produce a algunos esa sensación ambivalente, paradójica, que describía el creador de Pepe Carvalho.
En la foto vemos sonrientes a Carrillo, Marchais y Berlinguer en la puesta en escena de aquello que se llamó "eurocomunismo", que tuvo algo de moda y como tal de fogonazo efímero. (En segunda fila vemos sonreír también a nuestro añorado Vicente Cazcarra, que fuera el primer Secretario General del PCA tras la clandestinidad.)
Hoy, Carrillo es alabado por muchos como artífice de la transición y glosada su responsabilidad ante un momento histórico tan delicado. También se ha destacado de forma justa su gallardía en momentos tan difíciles como el golpe militar del 23 de febrero.
Pero se tiende a omitir lo más relevante, en mi opinión, de su figura: aquel joven dirigente de las JSU que ayudó a organizar la resistencia de Madrid frente a la sublevación militar de Franco y ese dirigente comunista que al lado, primero, de Dolores Ibárruri y, a partir de 1960, como Secretario General del PCE, contribuyó a organizar la resistencia antifranquista del que fue conocido simplemente como "el partido". Son casi cuarenta años de lucha en los que el exilio, la cárcel y la muerte eran el destino de muchos de quienes supieron ser fieles a los valores republicanos y soñaron con una España democrática y socialista.
Su papel en la transición ha sido y será fuertemente discutido y discutible. Hasta dónde era lógico ceder en aras de la reconciliación nacional y ante la correlación de fuerzas existente, y hasta dónde se liquidó un patrimonio histórico de lucha que nunca más se pudo recuperar. La ecuación sin duda era difícil de resolver entonces y no se puede liquidar hoy de un plumazo en un ejercicio de política-ficción de carácter retroactivo.
La etapa más oscura y gris de Carrillo, no obstante, para mí, es la posterior al fracaso electoral de PCE de 1982 y su salida de la dirección del Partido. Aquí se pudo ver al Carrillo de los giros tacticistas por antonomasia. Cuando se dio cuenta de que no controlaba a un Gerardo Iglesias que planteaba ideas propias (como la "política de convergencia" que terminó por alumbrar la creación de Izquierda Unida), Carrillo decidió que, si no controlaba el juguete, lo rompería. Su salida del PCE a través de la llamada Mesa por la Unidad de los Comunistas y la creación posterior del Partido de los Trabajadores de España-Unidad Comunista se realizó dando vivas a Lenin y a la Revolución rusa, para acabar dando con los huesos de la mayoría de sus militantes pocos años después en el PSOE.
Carrillo se empleó, y fue utilizado, como un ariente contra el PCE de IU, hasta unos últimos años en que las cosas se fueron apaciguando y las relaciones de cordial frialdad pudieron restablecerse. Mucho daño se había hecho hasta entonces, el PCE sufrió una importante sangría de militantes y también se rompieron muchos lazos en CC.OO. Personalmente, recuerdo unos años de durísima confrontación interna en el PCE contra los denominados "carrillistas" que nos acusaban a los que entonces éramos denominados como "renovadores" de ser prácticamente liquidacionistas. ¡Qué ironía por parte de quienes al poco tiempo corrían a engrosar las filas de ese partido atrapalotodo y sistémico llamado PSOE!
Una última anécdota personal. Años después, mi mujer y yo tuvimos ocasión de conocer en profundidad a ese otro pedazo de historia y de luchadora comunista que era Lise Ricol London, también recientemente fallecida. Ella era una amiga y defensora acérrima de Santiago Carrillo y cuando nosotros le exponíamos los argumentos acerca de la discrepancia política que habíamos mantenido, se enfadaba mucho y nos decía que Carrillo era el principal y más valioso dirigente comunista español. Y seguramente Lise tenía razón... Al menos durante un importante período de tiempo, que hoy nos empieza a aparecer tan lejano, aunque después una parte de ese capital político acumulado se disipara de forma tan acelerada.
Prefiero terminar este recuerdo con el militante decidido en la guerra, con el organizador del gran partido de la resistencia antifascista y con aquel que firmaba mi primer carné del PCE del que tan orgulloso hoy todavía me siento.
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