Parto de una premisa: soy ferviente partidario de la constitución de una España federal que permita acoger en su seno la realidad plurinacional existente y, por tanto, contrario a la independencia, sea de Cataluña o del País Vasco. Pero la realidad de las cosas es que, cuando un pueblo desea ser preguntado sobre su futuro, en democracia hay que dar cauce a esa voluntad. Y tras la Diada del 11 de septiembre, "es lo que toca". Para ello es muy útil acudir a la conocida como "política de la claridad", alumbrada para el caso quebequés.
Traigo a colación el libro La política de la claridad. Discursos y escritos sobre la unidad canadiense, de Stéphane Dion, ex Ministro de Relaciones Intergubernamentales del Canadá, publicado en colaboración por Alianza Editorial y la Fundación Manuel Giménez Abad, que aborda las condiciones en que los quebequeses se han pronunciado en referéndum en dos ocasiones sobre su voluntad o no de segregarse de la federación canadiense (hasta ahora, los pronunciamientos no han sido favorables a los independentistas).
El autor del prólogo, Alberto López Basaguren, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco, nos sitúa ante lo esencial del asunto: el Tribunal Supremo canadiense, en 1998, estableció lo que se ha considerado en Canadá el parámetro de las exigencias democráticas en relación con las pretensiones secesionistas. Allí se precisa que un Estado democrático no puede permanecer indiferente ante la voluntad secesionista de un territorio si esta voluntad ha sido manifestada democráticamente, de forma clara, en respuesta a una pregunta clara, sin ambigüedades, y por una amplia mayoría (majorité élargie).
En ese caso, aunque el resultado del referéndum carezca de efectos jurídicos, debe admitirse que tiene un considerable peso político, del que nace una obligación recíproca de todas las partes para negociar las modificaciones constitucionales que permitan responder a la voluntad así expresada. ¡Qué ejercicio tan irreprochable de respeto al principio democrático por parte de las autoridades políticas y judiciales del Canadá! ¡Qué lejos de nuestra política tarada, empecinada tan solo en dar garrotazos al adversario sin ofrecer ningún cauce democrático de resolución de conflictos!
Y quien piense que esto solo es válido en latitudes tan lejanas como Canadá, que piense en la cercanía del referéndum para el caso de Escocia, avalado por el Gobierno británico del tan conservador señor Cameron.
Por último, comparto sustancialmente lo dicho en las páginas de "La Vanguardia" por parte de Francesc de Carreras, también Catedrático de Derecho Constitucional, en este caso de la Universidad Autónoma de Barcelona. Aquí os dejo un enlace a su interesante artículo. ¿Un referéndum?, por Francesc de Carreras
P.D. Más recientemente se ha sumado a la tesis pro referéndum alguien tan significativo como Francisco Rubio Llorente, ex Vicepresidente del Tribunal Constitucional y ex Presidente del Consejo de Estado. http://elpais.com/elpais/2012/10/03/opinion/1349256731_659435.html
Jesús, de acuerdo con tu artículo. Solo una apreciación: no sé si la expresión es que eres contrario a la independencia o si no es preferible decir que no eres partidario de la misma. Pues lo primero, a mi modo de ver, implica una oposición incluso a la posibilidad de plantear dicha opción, mientras que, como afirmas en el texto muy atinadamente, el no ser partidario significa que, por contra, entiendes como democráticamente saludable el que, como ciudadanos, podamos manifestarnos sobre el asunto, diciendo sí o no a la independencia. En cualquier caso, excelente artículo y magnífico blog.
ResponderEliminarSolo quería decir que si yo fuese catalán, votaría no a la independencia y trabajaría a fondo por una opción federal real. Pero como no lo soy (aunque sea nieto de una catalana), lo primero que quiero hacer es respetar la voluntad de los catalanes y catalanas para decidir libremente su futuro, y seguir contando su amistad para el futuro, sea dentro o fuera de España. A las personas solo debe dividirnos la frontera de aceptar o rebelarnos contra las injusticias sociales. Un abrazo y a seguir debatiendo.
EliminarTotalmente de acuerdo Jesús. Me detengo en lo absurdo que es negar la posibilidad de hacer la pregunta. Seguramente, si se permitiera, se sabría exactamente lo que quiere la ciudadanía que vive en Cataluña y no sería utilizada su supuesta apuesta por la independencia de la que valen, quienes siendo cómplices de la crisis, tapan con la bandera su falta de alternativas. Un abrazo
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