miércoles, 10 de octubre de 2012

Calle Bardem

I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
William Ernest Henley

Juan Antonio Bardem hacía suyos los versos de "Invictus", a los que convertía en una divisa personal, al modo en que lo hizo Nelson Mandela desde la cárcel de Robben Island. El 30 de octubre se cumplirán los primeros diez años desde la desaparición del cineasta español autor de Calle Mayor y coguionista de Bienvenido, Mister Marshall. Un buen homenaje a su figura es la relectura de sus memorias tituladas Y todavía sigue.


En la última fiesta del PCE se proyectó el documental Calle Bardem, dirigido por Alberto Leal, un trabajo de memoria sobre la figura de Juan Antonio Bardem y su cine. De acuerdo con la crónica aparecida en Mundo Obrero, en la cinta se habla "sin tapujos de su figura, de su estética cinematográfica, de sus influencias, de su compromiso político y visión del mundo, sin dejar al margen ni sus aciertos ni sus errores".


Bardem significa la ética y la estética de una época muy difícil en la historia de España, ese país carpetovetónico magistralmente descrito en obras como Muerte de un ciclista, la ya citada Calle Mayor o la, para mí, todavía superior Nunca pasa nada. Un tiempo de silencio en el que pasaban muchas cosas, pero no todas se podían contar explícitamente. Un cine comprometido, pero lleno de elipsis, sobrentendidos y ambigüedades para esquivar las tijeras de la censura.


Había que ser muy valiente para que, a la altura de 1955, en las Primeras Conversaciones Nacionales de Cinematografía de Salamanca, Bardem alzase la voz esgrimiendo sus famosas palabras: "El cine español hoy es: políticamente, ineficaz. Socialmente, falso. Intelectualmente, ínfimo. Estéticamente, nulo. Industrialmente, raquítico".

Hoy, otros Bardem, su hermana Pilar, su sobrino Javier, concentran las inquinas de nuestra cavernícola derecha, tan revanchista como para, con la excusa de la crisis, de "su" crisis, cargar contra el sector cultural por no ser mayoritariamente afín a sus políticas. Respecto a Juan Antonio, el establishment intenta imponer un manto de silencio sobre el conjunto de su obra, tildándola de caduca y politizada (y a mucha honra, diría él). Pero su cine pervivirá con testimonios tan agrios como el de Siete días de enero, sobre la matanza de los abogados de Atocha, o tan necesarios como Advertencia, acerca de la figura de Dimitrov y el surgimiento de la política de frentes populares para frenar al fascismo.

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