Hoy martes 2 de octubre se va a realizar un merecido homenaje a
Francisco Fernández Buey en Zaragoza. El acto tendrá lugar a las 20 horas en la Librería Cálamo
(Plaza San Francisco, 4) y contará con la
presencia e intervención de Carmen Magallón (Directora
de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz), Víctor
Viñuales (Director de la Fundación Ecología y Desarrollo) y el
escritor Javier Delgado, que hablarán tanto de su vida
como de su obra.
Francisco Fernández Buey estudió
filosofía y fue discípulo de Manuel Sacristán. Fue uno de los fundadores
del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona
y miembro destacado de la Coordinadora Estatal del movimiento de
profesores no numerarios. Contribuyó también a la creación de las
Comisiones Obreras de la Enseñanza. Fue militante del PSUC. En la
actualidad ejercía como catedrático de filosofía política en la
Universidad Pompeu Fabra, donde coordinaba el Centro para el Estudio de
los Movimientos Sociales.
Fernández Buey fue un hombre comprometido política y socialmente
durante toda su vida, con una enorme preparación intelectual, un
excelente profesor dedicado a su profesión, y un gran pensador e
investigador, con coherencia e integridad moral. Es un destacado
referente intelectual y político, porque sus valores y su capacidad
analítica son necesarios en los tiempos sombríos y de pensamiento débil
en que vivimos. Fue también un marxista inclasificable, incómodo,
heterodoxo, crítico, necesario como sólo pueden serlo quienes quieren
ser un “hombre nuevo” en un mundo todavía viejo.
Su legado intelectual nos queda en sus artículos en prensa y en
revistas (Materiales, Mientras Tanto), y en sus numerosos e interesantes
libros, en los que apelaba a Marx, Lukács, Benjamin, Gramsci, Brecht,
para analizar con rigor la realidad en que estamos inmersos para que la
razón política no nos haga perdernos a la hora de ser coherentes con
nuestra razón moral emancipadora, con la utopía de la liberación. En sus
palabras: “El poder deshonra la palabra ‘utopía’ y te da
cínicamente palmaditas en el hombro si te declaras utópico y dejas para
las calendas griegas la aproximación al otro mundo que propugnas. Una de
las cosas más serias que podemos hacer ahora es precisamente impedir
que el poder se quede con las grandes palabras de las tradiciones de
liberación, y las deshonre. Eso es parte de la lucha social. Y recuperar
el buen sentido de la palabra ’utopía’ merece esa lucha…”
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