Si el otro día homenajeábamos a Teresa Pàmies, viuda de Gregorio López Raimundo, hoy tomamos noticia del fallecimiento -casi coincidente en el tiempo- de su cuñado Joaquín. Os transcribo un texto de Juan Manuel Calvo, publicado en http://aragonesesexilioydeportacion.blogspot.com.es/
"ADIOS A OTRO TESTIGO DE LA BARBARIE. La vida y la
aventura en Mauthausen de un deportado de Tauste, Joaquín López
Raimundo.
Un breve comentario de
Cruz Barrios, bibliotecaria del Centro Aragonés de Barcelona, y la
consulta del periódico digital http://www.ejeanoticias.com nos
confirmaba el fallecimiento de Joaquín López Raimundo el pasado 5 de
marzo. Se cierra, así, el ciclo vital de uno de los últimos
supervivientes del campo de Mauthausen. Nacido en la población
zaragozana de Tauste, la familia se trasladó a Barcelona en 1932 y fue
en la ciudad Condal donde, en compañía de su hermano Gregorio, entró en
contacto con la juventud barcelonesa y el ambiente político de la época.
Trabó amistad con el joven fotógrafo Francesc Boix, una amistad que
duraría toda la vida, hasta su temprano fallecimiento en el exilio
francés, unos años después de haber sido liberados, ambos, de los campos
de la muerte alemanes.
Militante de la
Juventudes Socialistas Unificadas, Joaquín conoció el desgarro del dolor
propio al morir su hermano Antonio, durante los primeros días de la
Guerra, en una misión de reconocimiento cerca de Binéfar. Él mismo fue
combatiente republicano y, como otros tantos otros miles de españoles,
penó en los campos de refugiados del sur de Francia y formando parte de
una de las Compañías de Trabajadores Extranjeros -organizadas por el
gobierno francés- fue detenido por los alemanes en la primavera de 1940.
Tras permanecer varios meses en los campos de prisioneros de guerra,
fue deportado a Mauthausen en abril de 1941.
Tras unos meses de permanencia en el campo central fue
trasladado a Gusen –situado a cinco kilómetros y verdadero centro de
exterminio para los casi 4.000 republicanos muertos entre sus muros-
donde vivió de forma impotente la despiadada y cruel experiencia del
trabajo esclavo, la humillación, la tortura y la muerte de tantos
compañeros y amigos, como recordaba en La Vanguardia, en
marzo de 1994: Siempre teníamos la muerte cerca porque de
hecho estábamos allí para morir, pero con ser todo terrible, el peor
momento que pasé fue cuando los nazis estaban en plenitud. Llevaron a
todo mi “kommando” a Gusen, que era un infierno (…).Los kapos nos
pegaban constantemente mientras trabajábamos. A mí me obligaron a quitar
nieve (…) y como en principio me hice el tonto, me cogieron, me tiraron
al suelo y empezaron a darme patadas. Luego me llevaron a trabajos
forzados, a construir ferrocarriles con los perros mordiéndote y ellos
pegándonos constantemente. Fue durante estos trabajos cuando un
raíl le cayó sobre un pie y, como consecuencia, ingresó en la enfermería
estando a punto de ser ejecutado: Cuando ya iba a entrar en
el barracón enfermería el médico SS me puso la correspondiente marca en
la solapa para la inyección letal. Pero tuve la suerte de encontrarme a
un kapo que era buena persona y me salvó la vida. La muerte
inmediata o el camino de la supervivencia dependían, en muchas
ocasiones, del azar o de la mera casualidad, sin que los internos
pudiesen influir en su incierto destino. En aquel antro permaneció
Joaquín hasta marzo de 1945 cuando fue devuelto a Mauthausen, de donde
fue liberado en mayo de 1945.
Tras la liberación,
como la mayoría de los supervivientes españoles, siguió viviendo
exiliado en Francia compartiendo exilio con los amigos republicanos y
camaradas comunistas ante la imposibilidad de regresar a España donde se
consolidaba la Dictadura. Con su hermano Gregorio –conocido dirigente
del comunismo catalán- volvió a reunirse en 1946 a su regreso, a
Francia, de su estancia en tierras americanas, momento que era recordado
en sus memorias: En el muelle había bastantes personas...
De pronto reconocí entre ellos a mi hermano Joaquín -más viejo, claro- y
empecé a llamarle a gritos y a saludarlo agitando el brazo con la mano
abierta. Él me reconoció y contestó a mi saludo. Media hora después, que
me pareció un siglo, volvíamos a abrazarnos por vez primera tras más de
siete años de separación.
Joaquín López, Antonio Esporrín y Francesc Boix. Amical de Mauthausen |
En París convivió
estrechamente con sus amigos Antonio Esporrin –aragonés que logró
escapar de manos alemanas- y Boix, siendo una de las personas que
compartió los últimos momentos del fotógrafo y amigo. Tras su muerte,
Joaquín recogió del domicilio del amigo una buena parte de los negativos
sustraídos por los republicanos del laboratorio fotográfico de los SS
en Mauthausen, otros con las imágenes de la liberación y varios sobre su
vida profesional posterior. Cuando Montserrat Roig estaba escribiendo
su obra sobre los deportados catalanes, contactó con Joaquín quien le
dio su testimonio y le legó aquellos negativos. La escritora los cedió a
la Amical de Mauthausen y actualmente se encuentran en el Museu
d’Història de Catalunya, siendo uno de los principales testimonios
gráficos de la construcción y del desarrollo de la vida (y de la muerte)
en un campo de concentración nazi.
Joaquín López fue uno
de los deportados homenajeados por la Generalitat de Cataluña en
noviembre de 2005, momento en que coincidimos también con su hermano
Gregorio y nos consta que, por razones de salud, no pudo asistir al
homenaje que el gobierno de Aragón realizó en mayo de 2010 a los
supervivientes aragoneses.
Con la desaparición de
Joaquín López Raimundo se pierde otra víctima de nuestro pasado más
siniestro y un testigo de aquella barbarie que nunca tenía que haber
sucedido. De él nos quedan fragmentos dispersos de su testimonio y para
finalizar este recordatorio póstumo nos quedamos con su crítica hacia
tantos libros publicados, por la imposibilidad de resumir las
sensaciones, los temores y los miedos –un todo inabarcable- de las
experiencias de los deportados a los campos de exterminio: Cuentan
siempre las cosas materiales, las más corrientes, por ejemplo el hambre
que pasabas, los “kapos” que te pegaban, los SS… pero la vida, esa de
todos los días que tuvimos, la de observar todas las cosas que pasaban,
por ejemplo, no lo ves nunca en los libros, sólo ves casi la estadística
y… ¿para qué escribir tantos libros para decir siempre lo mismo…?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario