Angelopoulos y Guerra habían colaborado en algunas magníficas películas como Viaje a Cythera (1984), El apicultor (1986), Paisaje en la niebla (1988), El paso suspendido de la cigüeña (1991), La mirada de Ulises (1995), La eternidad y un día (1998) o Eleni (2004).
Ambos sufrieron persecución, Guerra estuvo internado en un campo de concentración nazi y Angelopoulos padeció el cierre del periódico para el que trabajaba a raíz de la Dictadura de los Coroneles. Sus duras experiencias les sirvieron para entender como pocos el sustrato esencial del ser humano, su lucha por la libertad a menudo en conflicto con un medio ambiente hostil y envuelto en la incertidumbre e inseguridad de su propia existencia.
Angelopoulos dijo de forma profética: "Ahora más que nunca, el mundo necesita cine. Puede que sea la última forma de resistencia ante el deteriorado mundo en que vivimos".
Guerra será recordado por filmes inolvidables como Amarcord (1974), dirigida por su paisano Federico Fellini, o la trilogía de la incomunicación, junto a Michelangelo Antonioni. Pero yo hoy me quiero acordar de una película estremecedora, que trata el periplo de dos niños inmersos en una búsqueda de un padre inexistente y sometidos a unas fuerzas exteriores que les desbordan y sobrepasan. Me refiero a la ya citada Paisaje en la niebla. A pesar de todo, con una memorable secuencia final, los dos cineastas quieren otorgar una esperanza a esos niños, que son todos los niños, que son todas las personas desconcertadas ante la deshumanización de un mundo que ya no entienden.
Como dijo Guerra que "la única manera de vencer a la muerte es permanecer durante mucho tiempo en la memoria de los demás", aquí tenéis uno de sus poemas:
A mariposa
Contento, lo que se dice contento,
he estado muchas veces en la vida
pero más que ninguna cuando
me liberaron en Alemania
que me quedé mirando una mariposa
sin ganas de comérmela.
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