Alexis Tsipras, al frente de Syriza, obtuvo un extraordinario resultado en las elecciones generales de Grecia de 17 de junio de 2012, alcanzando un 26,89% de votos y convirtiéndose en la primera fuerza de la izquierda y principal oposición al Gobierno de ND+Pasok+Dimar. Aquí reproduzco un reciente artículo suyo.
Nuestra solución para Europa
Febrero de 1953. La República
Federal de Alemania (RFA) se hunde bajo el peso de las deudas y amenaza
con arrastrar al conjunto de los países europeos en la tormenta.
Preocupados por su propia salud, sus acreedores –Grecia, entre ellos—
toman nota de un fenómeno que sólo a los liberales ha soprendido: la
política de "devaluación interna", es decir, de reducción de los
salarios, no garantiza la devolución de las deudas. Todo lo contrario.
Reunidos en Londres y en el curso de
una cumbre excepcional, 21 países deciden revisar sus exigencias para
ajustarlas a las capacidades reales de su socio en punto a honrar sus
obligaciones. Resuelven amputar el 60% de la deuda nominal acumulada
por la RFA y le conceden una moratoria de cinco años (1953-1958), así
como un aplazamiento de treinta años para su reembolso. Instituyen
asimismo una "cláusula de desarrollo", por la que se autoriza al país a
no consagrar a servicio de la deuda más de una vigésima parte de sus
ingresos de exportación. Europa hace entonces lo contrario de lo dispuesto
por el Tratado de Versalles (1919), sentando así las bases del
desarrollo de la Alemania Occidental de postguerra.
Y esa es exactamente la propuesta
que hace ahora la Coalición de la Izquierda Radical Griega (Syriza):
proceder a espaldas de los pequeños tratados de Versalles que imponen
la Canciller alemana Angela Merkel y su ministro de finanzas Wolfgang
Schäuble a los países europeos endeudados e inspirarnos en uno de los
más clarividentes momentos que haya conocido la Europa de postguerra.
Los programas de "rescate" de los
países de la Europa meridional han fracasado, generando unos pozos sin
fondo que supuestamente tendrían que llenar los contribuyentes. Nunca
ha urgido tanto llegar a una solución global, colectiva y definitiva
del problema de la deuda. Y no se entendería que se escamoteara
objetivo así sólo para garantizar la reelección de la Canciller
alemana.
En estas condiciones, la idea
avanzada por Syriza de una conferencia europea sobre la deuda, conforme
al modelo de la Conferencia de Londres sobre la deuda alemana en 1953,
representa, a nuestro entender, la única solución realista y
beneficiosa para todos: una respuesta global a la crisis del crédito y a
la constatación del fracaso de las políticas puestas por obra en
Europa.
He aquí, pues, lo que exigimos para
Grecia:
- Una reducción significativa del
valor nominal de su deuda pública acumulada.
- Una moratoria sobre el servicio de
la deuda, a fin de que las sumas conservadas vayan vinculadas a la
recuperación de su economía.
- La instauración de una "cláusula de
desarrollo", a fin de que el pago de la deuda no mate el germen mismo
de la recuperación económica.
- La recapitalización de los bancos,
sin que las sumas en cuestión entren en la contabilidad de la deuda
pública del país.
Esas medidas deberán ir ligadas a
reformas orientadas a una más justa distribución de las riquezas.
Poner fin a la crisis implica, en efecto, romper con el pasado que la
ha incubado: poner en obra la justicia social, la igualdad de
derechos, la transparencia política y fiscal; en una palabra, la
democracia.
Un proyecto así resultará
impracticable sin el concurso de un partido independiente de la
oligarquía financiera, ese puñado de jefes de empresa que han tomado
como rehén al Estado, de armadores navieros solidarios entre sí y
–todavía en 2013— exentos de impuestos, de patrones de grupos mediáticos
y de banqueros ubicuos (y en bancarrota), todos ellos responsables de
la crisis y esforzados mantenedores del statu quo.
El informe anual para 2012 de la
organización no-gubernamental (ONG) Transparency International coloca a
Grecia como el país más corrupto de Europa.
La propuesta más arriba esbozada
constituye, en nuestra opinión, la única solución, a no ser que lo que
se quiera es el crecimiento exponencial de la deuda pública en Europa,
la media de la cual rebasa ya el 90% del PIB.
Lo que nos hace optimistas: nuestro
proyecto no podrá rechazarse, pues la crisis toca ya al núcleo duro de
la zona euro. La dilación no trae consigo sino el
crecimiento del coste económico y social de la situación actual, no
sólo para Grecia, sino también para Alemania y para el resto de los
países que han adoptado la moneda única. Durante doce años, la zona euro
–inspirada en los dogmas liberales— ha funcionado como una simple unión
monetaria, sin equivalente político y social. Los déficits comerciales de los
países del Sur constituían la imagen especular de los excedentes
registrados en el Norte. La moneda única, por lo demás, ha
servido a Alemania para "enfriar" su economía tras la costosa
reunificación de 1990.
Pero la crisis de la deuda ha
trastornado ese equilibrio. Berlín ha reaccionado exportando su receta
de austeridad, lo que ha traído consigo el agravamiento de la
polarización social en el seno de los Estados meridionales y las
tensiones económicas en el corazón de la zona euro. Aparece ahora un eje
Norte-acreedor/Sur-deudor, nueva división del trabajo orquestada por
los países más ricos. El Sur se especializará en los
productos y los servicios con fuerte demanda de mano de obra con bajos
salarios; el Norte, en una carrera hacia la calidad y la innovación,
con salarios más elevados (para algunos).
La propuesta del señor Hans-Peter
Keitel, presidente de la Federación Alemana de la Industria (BDI), en
una entrevista concedida al Spiegel y consistente en
transformar a Grecia en una "zona económica especial" revela a las claras el verdadero
objetivo memorándum. Las medidas previstas por ese texto,
y que se extienden al menos hasta 2020, se saldan con un sonoro
fracaso que ya reconoce hasta el FMI. Sin embargo, para quienes las
concibieron, el acuerdo tendría la ventaja de imponer una tutela
económica a Grecia, convertida así en una colonia financiera de la zona
euro. La anulación de esas medidas
constituye, así pues, el prólogo a cualquier posible salida de la
crisis: lo mortal es el medicamento, no la dosis, como algunos sugieren.
Por otra parte, habrá que
preguntarse por las demás causas de la crisis financiera en Grecia. Las
que traen consigo el despilfarro del dinero público no han cambiado:
el coste por kilómetro de construcción de carreteras es el más alto de
Europa, por ejemplo. Otro ejemplo: la privatización de las autopistas a
modo de "prepago" de nuevos ejes…, cuya construcción ha sido
interrumpida.
El alcance de las desigualdades no
puede reducirse a efecto lateral de la crisis financiera en Grecia. El
sistema fiscal griego refleja la relación clientelar que une a las
elites del país. Como si de una escurridera se tratara, está rebosante
de excepciones y de derechos de pase cortados a la medida del cártel
oligárquico. El pacto informal que, tras la dictadura, actúa a modo de
soldadura entre la patronal y la hidra bicéfala del bipartidismo –Nueva
Democracia y PASOK—, garantiza su mantenimiento. Es una de las razones de que el
Estado renuncie hoy a obtener los recursos necesarios por la vía de los
impuestos: prefieren la continua reducción de los salarios y de las
pensiones.
Pero el establishment,
que ha sobrevivido por muy poco a las elecciones del pasado 17 de junio por la vía de sembrar el miedo en
torno a una posible salida de Grecia de la zona euro, vive con la
asistencia respiratoria de un segundo pulmón artificial: la corrupción.
La difícil tarea consistente en
quebrar la colusión entre los medios políticos y económicos –un asunto
que no compete sino a los propios griegos— constituirá una de las
prioridades de un gobierno popular dirigido por Syriza.
Exigimos, pues, una moratoria sobre
el servicio de la deuda para cambiar Grecia.
A falta de eso, cualquier nueva
tentativa de saneamiento financiero nos convertirá en Sísifos
condenados de antemano al fracaso. Y esta vez, el drama no afectará
sólo a la antigua ciudad de Corinto, sino al conjunto de Europa.
Alexis Tsipras es el principal
dirigente de Syriza-Frente Social Unido