Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de León y Coordinador del Área Federal de Educación de IU. Reproduzco, por su interés y actualidad, un reciente artículo suyo sobre la LOMCE, aparecido en Mundo Obrero.
La educación de nuestro país ha mejorado notablemente en la etapa
democrática, si bien es evidente que tiene aspectos importantes que
corregir. El principal reto que debería afrontar la educación en nuestro
país es lograr el éxito escolar de todo el alumnado al menos en la
educación obligatoria. Conseguirlo supondría alcanzar altas cotas de
calidad y equidad en nuestro sistema educativo.
Los informes internacionales, como el reciente de la UNESCO, y los
propios objetivos de Europa 2020 inciden en una prioridad básica para
ello: invertir en educación. Pero las medidas que se están llevando a
cabo, centradas exclusivamente en la reducción del déficit público,
están determinando unas políticas restrictivas caracterizadas pura y
simplemente por los recortes en el servicio público educativo. La
disminución de las plantillas de los centros públicos y de los servicios
educativos complementarios, el aumento de las horas lectivas del
profesorado, el incremento del alumnado por clase, la supresión de
Escuelas Rurales, la desaparición de programas de apoyo y refuerzo, de
planes de convivencia, la subida del IVA al material escolar, la
drástica disminución de las becas de comedor..., son recortes que
afectan directamente a la calidad y a la equidad del sistema, al mermar
la capacidad de los centros para atender a la diversidad de su alumnado y
al restringir las posibilidades reales para articular planes y medidas
eficaces. El proyecto de
Ley Orgánica para la mejora de la calidad
educativa (LOMCE) viene, por tanto, acompañado de una memoria
económica real de -5.212 millones, que son los recortes que el PP ha
hecho en educación desde su llegada, y otra memoria comprometida en
recortar otros 15.000 millones hasta 2015. De tal forma que los
compromisos del Gobierno de España con Bruselas recortarán hasta el 3,9%
del PIB el gasto público educativo, retrotrayéndonos a cifras superadas
hace 25 años y situándonos a la cola de la OCDE y la UE.
Esta ley, por tanto, sirve de máscara para justificar los recortes y el
desmantelamiento de la educación pública, ahondando en una reforma
profundamente antipedagógica, mercantilista, regresiva, clasista,
excluyente, segregadora y al margen de la comunidad educativa; una
auténtica contrarreforma que atenta contra el derecho a una educación de
calidad en condiciones de igualdad y supone una vuelta al sistema de
enseñanza franquista.
Esta es una ley sin base científica pedagógica porque los motivos que
exhibe para proponer esta reforma no están basados en ningún tipo de
investigación científica ni análisis y diagnóstico del sistema actual y
sólo se apoyan en prejuicios o ideas preconcebidas. De hecho, en el
primer redactado del anteproyecto aparecían datos sin fecha, referencias
incompletas y muchas veces equivocadas, cuadros que no indicaban su
fuente… En el último redactado simplemente se tergiversan resultados de
investigaciones internacionales para que se ajusten a los principios
ideológicos que se quieren justificar, afirmando justamente lo contrario
de lo que esas mismas investigaciones e informes internacionales
concluyen. Realizando además un diagnóstico parcial e interesado del
actual sistema educativo, limitándose a agrupar los datos más negativos,
sin realizar una mínima aproximación a las causas reales que provocan
estas deficiencias, con afirmaciones obsoletas comúnmente ya superadas
entre los profesionales y expertos del mundo educativo. Aunque el
Ministro afirme que “la reforma de la LOMCE se apoya en evidencias y
recoge las mejores prácticas comparadas”, lo que propone realmente es
legislar contra la evidencia empírica de que disponemos en el campo de
la educación.
Esta es una ley impuesta sin debate ni consenso. Esta ley se ha impuesto
de espaldas a la comunidad educativa y a los expertos y expertas en el
campo de la educación, desde una mayoría absoluta cada vez más
deslegitimada. Todo el debate anunciado se ha reducido a una consulta
on
line mínima y trucada. Lo que el ministro Wert entiende por
‘debate’ consiste en a facilitar una dirección de correo electrónico a
la que enviar sugerencias o críticas, sin confrontarlas ni debatirlas en
foros abiertos y plurales. Y ha sido el propio Ministerio quien ha
decidido cuáles son consideradas y cuáles no, sin hacer públicas
siquiera las que ha recibido. Se rompe así toda posibilidad de debatir
pública y abiertamente sobre los problemas concretos y deficiencias de
nuestro sistema educativo, algo que concierne a toda la ciudadanía y que
requiere, además, contar con las voces y aportaciones de la propia
comunidad educativa y de expertos y expertas para poder tomar las
medidas adecuadas a corto y medio plazo.
Esta es una Ley que aunque hace declaraciones en la exposición de
motivos, omite claramente aspectos cruciales en su articulado como la
equidad, la igualdad de oportunidades, la atención a la diversidad, la
atención personalizada del alumnado, la rebaja de ratios o de horas
lectivas del profesorado, elementos que influyen poderosamente en las
actuales tasas de abandono y fracaso escolar, como demuestran todos los
estudios e investigaciones internacionales, así como los propios
informes de la UNESCO y la OCDE. Los sistemas escolares más exitosos
para todo el alumnado, como el finlandés, son sistemas que apoya
claramente la enseñanza pública, el aprendizaje personalizado, la comida
gratuita al alumnado, los servicios de salud, el apoyo psicológico, la
orientación y tutorización del alumnado, etc, prácticas que son,
curiosamente, parte de las recomendaciones incluso del
Informe
McKynsey.
Esta ley elude las recomendaciones de la propia Unión Europea sobre la
necesidad de priorizar las inversiones educativas, sobre el incremento
del gasto público en educación y su equiparación progresiva a la media
de los países de la Unión Europea. La calidad educativa y la mejora de
la enseñanza están ligadas a la inversión educativa, los recursos
humanos y materiales, las ratios profesor/aula, la formación del
profesorado, la atención a la diversidad o los servicios educativos
complementarios, es decir, el “input”, que aparece en todo estudio
internacional como sinónimo de calidad. Cualquier reforma educativa debe
formalizar una Memoria Económica consensuada con el objetivo de que la
inversión en la educación sea la media del PIB de la UE15 si quiere
realmente conseguir los objetivos de erradicar las altas tasas de
fracaso y abandono escolar, mejorando la calidad de nuestro sistema
educativo. Pero para ello sería necesario la supresión del Real
Decreto-ley 14/2012, el decreto de los recortes en educación, en vez de
justificarlo con este Proyecto de Ley LOMCE que supone avanzar
justamente en lo contrario de lo que proclama en su preámbulo, quebrando
la equidad, la cohesión social y generando una estructura educativa que
potencia las desigualdades personales y de origen social o económico.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de Didáctica y Organización
Escolar en la Universidad de León y Coordinador del Área Federal de Educación de IU.
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