Cuarta entrega de la serie que sobre la LOMCE de "Wertgüenza" ha escrito Enrique Díez Gutiérrez, profesor de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de León y Coordinador del Área Federal de Educación de IU.
La LOMCE es una ley profundamente clasista y segregadora.
Sorprende la nula relevancia que se da a la función de cohesión e
integración social de la educación, especialmente importante en el caso
de la educación básica, así como que no se incluya como objetivo
prioritario el éxito educativo de todos los estudiantes para garantizar
la igualdad de oportunidades. Bajo el paraguas de la existencia de
diferentes “talentos” en el alumnado, lo que se pretende realmente,
mediante vías paralelas e itinerarios cerrados, romper el actual
tronco común en la escolaridad básica, común y obligatoria, desviando y
segregando al alumnado con mayores dificultades hacía vías devaluadas e
itinerarios segregadores.
Parte de algo consabido, todo el mundo tiene talentos, pero especifica
que éstos son de distinto tipo. Cuando lo concreta parece que unos
tienen talento para el éxito escolar –que son los que irían a los
itinerarios académicos en secundaria- y otros lo tienen para el trabajo
manual –los destinados a la formación profesional o a los programas de
formación profesional básica-. Cierto que no se puede tratar igual a los
que son diferentes. Pero ese principio no debe estar orientado a
excluir a las personas con mayores dificultades, sino a poner los medios
necesarios para poder integrarlas.
El término “talento”, infrecuente en la literatura pedagógica
contemporánea, recuperado de la terminología bíblica para utilizarlo en
esta Ley se orienta en un sentido innato y selectivo que es contrario al
principio y la orientación básica de la pedagogía y la psicología
actual: toda persona tiene capacidad y deseo de aprender a lo largo de
toda la vida. Es un profundo error científico seguir creyendo en el
siglo XXI que se nace con talento o no, o unos con un talento muy
reducido y otros con un talento extraordinario, y que la educación no
puede cambiar ese hecho, sólo colocar a cada quien en el carril
correspondiente al talento que le ha tocado. Unos en el carril de los
estudios de excelencia y otros en el carril de la formación para el
trabajo. Este prejuicio sin fundamento es el que ha asentado, hasta
épocas recientes, que a los deficientes psíquicos no se les educaba,
porque se consideraba que era un esfuerzo inútil. No podemos volver a
prejuicios ya superados sobre el modelo de los supuestos “talentos” que
considera la inteligencia como algo innato e inamovible y que hay que
clasificar a los sujetos para dar a cada uno una vía diferente según el
juicio que se determina en edades tempranas. Esto fue lo que llevó a
determinar a temprana edad que Albert Einstein no tenía talento y era un
fracaso escolar. Lo que la escuela debe contribuir es a desarrollar la
capacidad de apasionarse por el aprendizaje de todos los jóvenes. Esto
sólo es posible a través de un proceso de aprendizaje motivador que
facilite realmente que todos los jóvenes puedan desarrollar su
inteligencia hasta el máximo de sus potencialidades.
Los
itinerarios que plantea esta reforma son la vía para
seleccionar y clasificar cuanto antes al alumnado, desgajándolo
del tronco común en educación. Itinerarios que son una restauración de
la LOCE de Aznar y que no conducen a reducir el abandono y el fracaso
escolar, como se pretende hacernos creer, sino a eliminar
progresivamente la igualdad de oportunidades y la formación común
durante la etapa obligatoria.
Los datos internacionales confirman sistemáticamente que
los
países con buenas puntuaciones en PISA, como los países nórdicos, poseen
también un alto grado de comprensividad (es decir, sin vías
selectivas y diferenciadoras en la enseñanza secundaria obligatoria). Es
más, los países que segregan a edades tempranas tienen resultados menos
igualitarios, es decir, hay mayor conexión entre el estatus
socioeconómico de la familia y los resultados escolares. La mayor parte
de Europa eligió el camino contrario hace años no sólo porque el otro
era injusto, pues sobra evidencia de que condena al alumnado de familias
en desventaja, sino porque era ineficaz, pues privaba a la sociedad de
una reserva de talento. El informe del 2012 de la OCDE titulado Equity
and Quality in Education: Supporting Disadvantaged Students and Schools,
muestra cómo la equidad y los buenos resultados académicos van de la
mano.
La LOMCE implanta de hecho diferentes itinerarios desde casi el comienzo
de la ESO. Con el denominado eufemísticamente
Programa de
mejora del aprendizaje y el rendimiento en 2º y 3º de la
ESO, es decir desde los 13 años, agrupando al alumnado que haya repetido
al menos un curso y quienes tienen dificultades, ofreciéndoles un
currículo devaluado, algo que hará muy difícil incorporarse a 4º de ESO
desde este programa y superar posteriormente la reválida para obtener el
título de ESO. Por lo que parece buscarse que este programa acabe
siendo la “vía natural” hacia la nueva Formación Profesional Básica,
otro segundo itinerario.
La
Formación Profesional Básica (FPB)
sustituye a los actuales PCPIs (Programas de Cualificación Profesional
Inicial). Mientras que los PCPIs estaban dirigidos a dar una oportunidad
al alumnado con mayores dificultades de aprendizaje para evitar el
fracaso escolar al final de la escolarización obligatoria (mayores de 16
años) y conducían a la obtención del título de Graduado en Educación
Secundaria, la FPB se adelanta a partir de segundo curso de la ESO, a
los 15 años, si se ha repetido. No da acceso directo a la Formación
Profesional de grado medio y, aunque contempla en el 2º borrador la
posibilidad de adquirir el título de Graduado, no propone medidas
adecuadas para que esa posibilidad pueda hacerse realidad, algo que
condena de hecho a este alumnado a la marginación social, pues no le
permite continuar sus estudios o insertarse en el mundo laboral con una
mínima titulación básica. Además no sería una opción muy excepcional
(como los PCPI) sino una vía ancha para conducir de forma masiva hacia
la FPB a un alumnado muy joven. Esta filosofía segregadora del PP se
traslucía muy claramente en el primer redactado del anteproyecto en
donde se proponía empujar a estos programas a los que tuvieran una
“situación socioeconómica desfavorable”, equiparando pobreza y poca
capacidad para el estudio.
La
separación tajante de cuarto de ESO en dos vías, la
de enseñanzas académicas, que conducirá al Bachillerato, y la de
enseñanzas aplicadas, que conducirá a la Formación Profesional,
continuará con la diferenciación temprana del alumnado. De hecho se
adelanta la vía hacia la formación profesional a 3º de ESO, a través de
asignaturas optativas, para que en 4º los itinerarios hacia la FP o el
Bachillerato estén "bien diferenciados", derivando cuanto antes a la
población escolar con mayores dificultades o menos recursos hacia la FP
de grado medio, convirtiéndola de nuevo en una vía de segunda categoría.
Impidiendo además que se pueda pasar de una opción a otra.
Estos itinerarios suponen una segregación clasista, un ataque directo a
la compensación de las desigualdades de origen. Cuanto antes se segrega
más se atenta contra la igualdad de oportunidades y se niega la
capacidad de cambio de niños y niñas y adolescentes. Por ello la
filosofía de este modelo educativo del PP apunta claramente a generar
más desigualdades y favorecer una sociedad aún más clasista que la
existente.
Enrique Díez Gutiérrez es profesor de Didáctica y Organización Escolar en
la Universidad de León y Coordinador del Área Federal de Educación de IU.
No hay comentarios:
Publicar un comentario