Una nueva entrega de la serie "LOMCE de Wertgüenza", a cargo de Enrique Javier Díez Gutiérrez, profesor de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de León y Coordinador del Área Federal de Educación de IU.
La nueva reforma educativa, denominada LOMCE (Ley Orgánica para la
mejora de la calidad educativa) es una ley que potencia el
adoctrinamiento católico en la escuela. Esta ley, tras eliminar
la Educación para la Ciudadanía, acusándola de adoctrinar
ideológicamente, sigue manteniendo el auténtico adoctrinamiento
ideológico de la Religión en la escuela y la financiación de los centros
católicos a través del régimen de conciertos, conservando las
disposiciones adicional 2ª y 3ª de la LOE, que potenciaban la religión
en la escuela pública y otorgaban relevancia profesional al papel de las
personas designadas por los obispos católicos.
Es más, en clara concesión a la jerarquía católica, que viene reclamando
la existencia de una
alternativa evaluable a la asignatura de
Religión para evitar la fuga del alumnado de esas clases de
adoctrinamiento, esta ley obliga a que todo el alumnado tenga que cursar
Religión Católica o Valores Culturales y Sociales como alternativa
evaluable, volviendo a la LOCE del Gobierno Aznar en 2002. Dado que la
nota de estas asignaturas contará para repetir curso las familias
volverán a elegir la religión católica, donde tienen buena nota
asegurada, como nos dicen las estadísticas.
Se extiende el adoctrinamiento incluso hasta Bachillerato
,
pues entre las asignaturas específicas de las que se debe cursar un
mínimo de 2, aparece la Religión, por encima incluso del nivel de la
Lengua Cooficial y Literatura que queda como asignatura de
“especialidad”. Es más, desaparece la asignatura de Ética Cívica de 4º
de la ESO, es decir la única asignatura que en Secundaria servía para
enseñar la reflexión ética sin moral religiosa. A cambio establece que
“el emprendimiento y la educación cívica y constitucional se trabajarán
en todas las áreas” en la ESO. Una “educación cívica” que, ya sabemos,
incluirá temas como la defensa de la iniciativa económica privada en la
generación de la riqueza y el fomento del espíritu emprendedor, la
defensa de la propiedad intelectual, la alusión constante a la
simbología del Estado Nacional, o cuestiones especialmente
controvertidas, como la moralidad humana y el respeto a la vida ligadas a
los postulados de la iglesia católica. La misma intencionalidad hace
que desparezca la asignatura común para todas las modalidades de
Bachillerato, Ciencias para el Mundo contemporáneo, ya que en ella
parecen enfrentadas la opinión científica y la católica, tanto en la
compresión del mundo como en la toma de algunas decisiones personales.
Es una
ley que retrocede en la igualdad. Da cobertura
legal asegurando el concierto a los centros de educación diferenciada
por sexos, estableciendo que no es discriminatorio que los centros
segreguen a su alumnado por esta razón, incumpliendo así la reciente
sentencia del Tribunal Supremo. Esto es una concesión a la presión de un
sector de la iglesia católica más conservadora que separa al alumnado
por sexos en función de sus prejuicios morales y religiosos que
transmiten en la educación. Esta ley consagra que se financie con los
impuestos de toda la ciudadanía este sistema de segregación
anticonstitucional y contrario a los derechos humanos.
Incluso el texto incumple la Ley Orgánica de Igualdad que determina en
su Título II que la Administración pública debe mantener en sus
publicaciones un lenguaje que no discrimine por razón de sexo y que
fomente y persiga la igualdad. En este redactado subyace una clara
intención de pasar por alto, invisibilizar u ocultar la presencia de
todas las alumnas, las maestras, las profesoras, las directoras, las
madres, las técnicas y todas las mujeres que se encuadran dentro de la
comunidad escolar y que precisamente en este ámbito son mayoritarias.
Es una ley que también
quiebra los principios de igualdad,
mérito y capacidad en la selección del profesorado en la
educación pública, introduciendo la posibilidad de contratar profesorado
bilingüe o plurilingüe al margen de los procedimientos normativos
establecidos para impartir docencia.
Por eso, en el contexto de este modelo, no sorprende ya que incluso se
modifiquen los
criterios para la admisión del alumnado,
incluyendo el rendimiento académico –en centros de especialización
curricular- con hasta un 20% de la puntuación. Los centros podrán, con
esta modificación, seleccionar claramente a su alumnado. A esto hay que
añadir aún que, con la “especialización” y la introducción de “aspectos
específicos” para la definición del “carácter singular del centro”,
podrán seleccionar todavía más al alumnado. Esto es otra concesión y
cobertura legal a los sistemas de selección encubierta que venían
haciendo desde la escuela concertada que ya podrá hacerlo explícitamente
y sin tapujos. En poco tiempo los datos nos confirmarán que se habrá
avanzado en la discriminación hacia el alumnado inmigrante y de minorías
que si ahora sólo un 20% es admitido en estos centros concertados,
estando el 80% restante en la pública, prácticamente desaparecerá con
las herramientas que les facilita esta ley.
Si a esto le añadimos la
zona única de escolarización
que el PP está creando en todas las Comunidades Autónomas, donde se
facilita que las familias con recursos y medios puedan llevar a sus
hijos e hijas desplazándose a centros fuera de su entorno para evitar la
diversidad y pluralidad de las escuelas públicas, la segregación está
servida y consagrada. Pero, ciertamente, ésta es la ideología del PP: no
mezclar a sus hijos e hijas con los que no son de su misma clase. Lo
tienen claro y no ven ninguna contradicción ni escándalo en establecer
normas y legislaciones que así lo establezcan.
Es una ley no sólo sin financiación, sino que justifica ideológicamente
los recortes realizados. Es una ley que combatirá el fracaso escolar
“maquillando las estadísticas” y expulsará del sistema al alumnado con
más dificultades socio-económicas. Es una ley que promueve un modelo
educativo clasista, apostando por la segregación temprana y
estigmatizando la diversidad educativa, atacando la educación inclusiva y
la coeducación, manteniendo la religión en la escuela y negando la
participación de la comunidad educativa. Compendio de viejas recetas que
no han dado los resultados supuestamente esperables en aquellos países
en los que se han aplicado y que la comunidad científica internacional
ha rechazado de plano. Lo peor de esta ley es que no construye la
escuela del futuro, sino que restaura la mala educación del pasado.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de Didáctica y
Organización Escolar en la Universidad de León y Coordinador del Área
Federal de Educación de IU
No hay comentarios:
Publicar un comentario